Novela

El material humano

Rodrigo Rey Rosa

13 noviembre, 2009 01:00

Anagrama. Barcelona, 2009. 192 páginas, 16 euros


Son pocos los que hoy ponen en duda que Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) es uno de los autores hispanoamericanos más interesantes de su generación. Es conocido el reconocimiento que, entre otros, le otorgaba Roberto Bolaño. Pero, como sucede con los políticos, los escritores no quedan libres de tener que "renovar la confianza" con cada libro. El material humano narra la peripecia de un escritor (bastante parecido al propio Rey Rosa) al que se le permite el acceso a un caótico archivo policial donde va encontrando algunas de las fichas y documentos de la "topografía del terror" de la historia reciente de Guatemala. Una investigación que, sospecha, la administración se ocupa de entorpecer, vigilar y limitar.

La estructura de la obra sigue el carácter fragmentario de las propias notas que el novelista-detective va tomando en diferentes cuadernos, y se entrevera con decenas de reflexiones de su propia vida, sus sueños/pesadillas, sus lecturas y viajes. Es curioso cómo esta novela contiene en principio todos los ingredientes para ser poderosa (una auténtica reflexión de la historia de un país sacrificado por la violencia de Estado), pero el intento se va desvaneciendo a causa del enfoque mucho más estético que ético de Rey Rosa y su deseo deliberado de reinventar el género y saltarse la novela al uso de personajes y de argumentos definidos, desarrollados y trabados.

Si el argumento es un collage aséptico construido mediante la enumeración fría, casi robótica, de materiales dispersos, y las visitas al archivo policial no pretenden más que dar con un mero "objeto novelable" (p.61) o un "tema" (p. 171), resulta difícil que el protagonista nada comprometido de Rey Rosa consiga conmover al lecto (cómo sí lograba conmover un autor como Ivan Thays al revisar la historia reciente de Perú). Mucho más cómodo y en su salsa parece encontrarse el esteta protagonista de Rey Rosa cuando salta del Tercer al Primer Mundo para hablarnos de la vida en la Toscana, reunirse con los traductores o los editores de Gallimard, cenar en el Maxim’s de París o hacer un largo alarde capitular de su convivencia y amistad íntima con Miquel Barceló y Paul Bowles. Pero, sin duda, hay también buenos pasajes, aquellos en los que narra el secuestro de la madre o las inquietantes detenciones de los Benedicto Tun, padre e hijo. Curiosamente, pasajes en los que el autor abandona la experimentación y demuestra su talento para narrar al modo clásico.