José Carlos Llop: "No solo la infancia, es un modo de vivir el que ha desaparecido"
“No me gusta que se identifique lengua con cultura y cultura con nación: una falacia”
25 marzo, 2010 23:00José Carlos Llop. Foto: Gusi Bejer
Pregunta: Muchos de los paisajes de su infancia han desaparecido: ¿víctimas de la especulación o de la modernidad? Respuesta: Es un modo de vivir el que ha desaparecido: más lento y meditativo; más sensual y ensimismado, también. Lo del paisaje es una consecuencia más. P: ¿Y Cela, uno de los grandes protagonistas del libro? ¿Obtendría ahora una subvención? R: Cela se lo exigió todo a la vida porque creyó que se lo merecía todo. Craso error: nadie se lo merece todo y si lo consigue se pierde a sí mismo. Pero fue muy trabajador: apenas le regalaron nada. P: ¿Cómo se vive en la isla el conflicto lingüístico del bilingüismo...? R: Argumentaré ad hominem. Yo no tengo ningún conflicto: poseo dos lenguas y eso me gusta. Lo que no me gusta son los maximalismos y los maniqueísmos. De ninguna clase. Ni que se identifique lengua con cultura y ésta con nación: una falacia. P: ¿Qué tiene que ver su Palma con la Alejandría de Cavafis? R: Creo que es una cuestión más generacional que personal. Pero si siendo muy joven no hubiera leído a Cavafis junto con El cuarteto... de Durrell, mi concepción de Palma sería distinta. P: ¿Y con la Estambul de Pamuk? R: Su Estambul se parece bastante a ciertas ciudades españolas justo antes de la muerte de Franco. También a Palma. Mucho. P: Si 1956 fue el año de la nieve, ¿cómo definiría este tormentoso 2010 (política y climáticamente)? R: No lo definiría. Se define solo. Y abruptamente, por cierto. P: ¿Qué ha ganado y qué ha perdido Palma desde ese lejano año? R: Comprenda que calle. Los mallorquines somos discretos por naturaleza. O lo éramos, ya no sé. P: ¿Qué le dio la ciudad a Albert Camus? R: Unas páginas bellísimas tituladas Amor a la vida. Una ciudad que inspira esas páginas no es una ciudad común. P: ¿Y a Robert Graves? R: Fue Graves quien nos dio a nosotros. Graves era el misterio de la poesía. A través de sus versos aprendimos que la poesía era redención y el amor resurrección. ¿Le parece poco? P: ¿Qué sería del Llop escritor sin la isla? R: Un escritor distinto. Como lo serían -salvando todas las distancias- Joyce o Yeats. Quizá ni sería escritor, no sé. P: ¿Cuanto hay de ajuste de cuentas en el libro con Palma y con usted? R: Nunca hago ajustes de cuentas y en el libro lo que hay es vida. Las imágenes, los olores y las músicas de la vida. Nada más que vida. Nada menos, también. P: Quizá la parte más polémica del libro sea la relacionada con Cela. ¿Tan malas fueron sus relaciones con Llorenc Villalonga? R: No tenían nada que ver. Cela era un hombre demasiado pendiente de sí mismo como para entender la complejidad villalonguiana. Prologó Bearn sin saber qué novela tenía entre las manos. Villalonga se sintió herido y desde entonces estableció distancias. Algo muy saludable en una isla. P: Escribe que, en Palma, Cela creó un mundo que fue su club privado: ¿cuáles eran las normas de admisión? R: Supongo que devoción por el tótem -Cela tenía algo de mohai de la isla de Pascua- y cierta fascinación por su mundo, que recalaba en Palma de visita. Cela oreó la vieja Palma. P: ¿Sin Palma el Nobel hubiera sido imposible para el autor del Pascual Duarte? R: Y sin Charo Conde, su mujer, tampoco lo habría conseguido. P: ¿Qué sería de Mallorca sin Miquel Barceló y viceversa? R: La pintura de Barceló es, entre otras muchas cosas, una buena metáfora de la isla. Y sin él, Palma no tendría el magnífico retablo cerámico de la catedral. P: ¿Y sin Cristóbal Serra? R: Algunos habríamos perdido mucho. Su casa fue la mejor universidad que tuvimos. P: Serra ha descubierto muchos fantasmas en la isla: ¿abundan también en nuestras letras? R: Tengo la impresión de que esto se parece cada vez más a una tumultuosa sesión espiritista.