Image: Malditos

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Novela

Malditos

Luis Antonio de Villena

7 mayo, 2010 02:00

Luis Antonio de Villena.

Bruguera. 280 pp., 17 e.


Sobre esta última obra, Malditos, aclaró su autor, Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), la escasa relevancia de etiquetarla como novela, crónica, o biografía colectiva, porque participa de la sustancia de cualquiera de estas formas genéricas, en varios sentidos. En el de que es realidad novelada que alberga personas y personajes a la vez reales (Leopoldo Mª Panero, Paul Bowles, Terenci Moix, Brines) y ficticios (Emilio Jordán, Mario, Juan Ángel); en que busca dejar constancia, 20 años después (¡prudente distancia!) de lo que supuso la voluntad apasionada y radical de un grupo de jóvenes transgresores que quisieron ser libres, y en que es testimonio vivo de historias todavía por cerrar, algunas portadoras de daños "interiores y secretos", otras de lesiones, como el sida y la heroína, irreversibles.

En la palabra "malditos" parece apoyarse el autor para adjetivar y enfatizar el valor sustantivo de aquéllos que en los primeros 70 vivieron expresando su oposición al clima de asfixia moral reinante con una propuesta abanderada por el escritor Burroughs y cantada por Lou Reed -"sexo, droga y rock'nd roll"- creyendo "que era necesario ser absolutamente modernos y que la verdadera libertad abría las puertas de la percepción".

Y sobre si es él mismo el que está tras el narrador testigo de lo que aquí se cuenta, y si el protagonista (que sirve de referencia aglutinadora para rescatar recuerdos que, al fin, componen una suerte de elegía impulsada por la necesidad de cierta justicia poética para con ellos), está inspirado en el poeta Eduardo Haro Ibars, afirma el escritor: "El lector puede creer que todo lo escrito es verdad o todo ficción; es igual, lo que tiene que saber es que la época fue como se cuenta".

Y así es. Y en ese sentido éste es el libro que su autor quería escribir, el que se ha permitido burlar miradas reductoras para rendir homenaje a aquellos "malditos", que no fueron sino "desacordes" con el sistema de valores reinante, representantes de una contracultura que defendía con su vida y su obra la libertad sin límites. Y en el fondo, también para expresar con hondura y honestidad -ahí está el Villena que admiramos, el que asoma tras la máscara del barroquismo- la marea de emociones desatadas al hurgar en aquel tiempo pasado en el que algunos (él se confiesa entre ellos) fueron felices.

El detonante viene propiciado por el recuerdo de "Emilio Jordán" (un poeta abocado al sinsentido), y su orbe familiar y social, este último constituido por personajes de lo más extravagantes, "desde los de cuño barojiano hasta los modernos de lamé". Su personalidad y su presencia otorgan unidad a una larga serie de capítulos que se ofrecen como ráfagas de escenas vividas desde que el narrador lo conoció en Madrid, iniciados los años 70. Y con él a toda la "golfemia" transgresora que por aquí desfila. Quizá "malditos de voluntad radical y apasionada", asoma con tono elegíaco el narrador. Gentes que "equivocaron la ruta, no la meta", apostilla desde el presente, el autor. Va por ellos, parece decir.