Image: Los pichiciegos / Cuentos completos

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Novela

Los pichiciegos / Cuentos completos

Fogwill

7 mayo, 2010 02:00

Fogwill. Foto: Begoña Rivas

Periférica. Cáceres, 2010. 215 páginas, 17 euros. / Alfaguara. 458 pp, 20 e.


Rodolfo Enrique Fogwill (Buenos Aires, 1941) firma siempre sus obras tan sólo con el apellido. Como sociólogo, fue profesor de la Universidad de Buenos Aires y editor. Ha cultivado la poesía -Partes del todo (1991); Lo dado (2001)...- y la novela: La experiencia sensible (2001); En otro orden de cosas (2002) y Urbana (2003), publicadas en España por Mondadori, aunque su primera novela fue Los pichiciegos (1983), que aparece ahora entre nosotros. Ya en 2007 Periférica había editado Help a él, del que nos ocupamos en estas páginas, y en 2009, Un guión para Artkino. Alfaguara Argentina reunió sus Cuentos Completos en 2009, donde incluye la mayor parte de los publicados en Ejércitos imaginarios (1983); Pájaros en la cabeza (1985), Restos diurnos (1993) y Muchacha Punk (1998). En 2004 obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

La mera enumeración de sus obras revela su iniciación tardía, la decantación inicial hacia la poesía y el relato breve, aunque algunos de sus textos constituyen auténticas novelas cortas, así como una inclinación posterior por la novela. Todo ello contribuye a entender mejor los propósitos de un autor que busca la intensidad expresiva en un lenguaje que bucea en lo coloquial argentino y, como apunta Elvio Gandolfo en la brevísima introducción a sus cuentos (deliberadamente incompletos): "estaría compartiendo espacio con Borges, con Artl, con Fontanarrosa".

Los pichiciegos constituye un brillante experimento en el ámbito de la narrativa bélica, tomando como referencia la guerra de las Malvinas, entre Argentina y Gran Bretaña. Describe con intensidad el mundo subterráneo en el que se refugia un grupo de soldados para escapar a la destrucción. Permanecen ajenos a la naturaleza del conflicto, comercian con sus compañeros para obtener los víveres imprescindibles, pero tampoco les importa tratar con el enemigo británico. Ellos son como el pichi: "un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura -una caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse [...].¡Es rico, más rico que la viscacha!". De ahí el título de la novela.

Veinteañeros, rodeados de minas, asediados por la aviación, tan sólo pretenden sobrevivir a una catástrofe anunciada. Su existencia transcurre en la oscuridad, sólo abandonan el refugio durante la noche y aceptan sin desgarro la lenta extinción del grupo que oscila siempre alrededor de los 20. Las relaciones personales, el frío, el miedo y las necesidades corporales constituyen los ejes de los brillantes diálogos, a través de los cuales se definen los personajes que permanecen dormidos o de guardia. El sueño definitivo, salvo el superviviente que narra, les llegará por un accidente con su estufa. Pero la brutalidad del conflicto no se disimula y los rasgos expresionistas dejan una huella inolvidable.

Los cuentos no siguen el orden cronológico de su aparición. Son 21 relatos breves y ha excluido, según una breve nota, donde los fecha, "4 ó 6". En ellos deambula por espacios diversos, desde la Pampa al Buenos Aires intelectual de los 70 o al relato fantástico, chanza antiborgeana, tras despacharse contra los enfermos de literatura: "Alguien cae enfermo de literatura y allí, enfermo, escribe mal". Fogwill se sirve de registros muy diversos, de puntos de vista que confunden al lector, quien acabará descubriendo, por ejemplo, que una voz narradora es femenina y no masculina; se inscribirá en el más crudo realismo sucio o a un erotismo casi próximo a Sade (pp. 262-284) que contrastará con el mundo de "Camino, campo, lo que sucede, gente", de cierto tono onettiano.

Nunca falta el sentido del humor que, en ocasiones, se torna negro, porque el pesimismo del autor envuelve los diversos mundos, presentes o pasados. Su sentido plástico de las escenas parece más pictórico que cinematográfico. Puede narrar desde el mundo punk o rememorar el pasado, siempre bajo la preocupación del lenguaje. Los inicios de los relatos son detonantes, categóricos: "No quedan vírgenes; mujeres vírgenes. Tengo 64 años y puedo atestiguarlo". Se sirve de calculadas ambigüedades o el relato se multiplica o encierra otros inscritos.

La desgracia persigue a la mayor parte de sus personajes, como salidos de un tango, y las felices descripciones de los paisajes pampeanos pueden alternar con un inteligente uso de la canción folclórica. La ironía del personaje que actúa "como hombre y como argentino" se justifica por la "horrible imagen de mi patria" que tienen los ingleses punk en uno de sus relatos. No resulta fácil comprimir los alardes de este escritor que ocupa ya un lugar muy destacado en la literatura latinoamericana. Los dos libros, tan distantes, no deben confundir al lector, porque Fogwill, la nueva voz, resulta tan diverso como contradictorio.