Image: La noche sucks

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Novela

La noche sucks

Blanca Riestra

25 junio, 2010 02:00

Blanca Riestra. Foto: Julián Jaén

Alianza. Madrid, 2010. 255 páginas, 16 euros


Albuquerque, Nuevo México. Zona de intensa inmigración. Seres desvalidos, solitarios, desnortados, de vida precaria y sin horizontes, que subsisten en lugares míseros y oscuros. Éste es el marco que ha elegido la escritora coruñesa Blanca Riestra (1970) para situar sus historias. Porque son varias, aunque la mayoría de ellas no tenga relación con las demás y ninguna posea un comienzo y un desenlace nítidos. Lo que la autora ofrece son fragmentos, destellos en forma de secuencias que se van superponiendo, en una estructura inspirada, según ella misma confiesa en el apéndice (p. 250), por la lectura de El bosque de la noche, de Djuna Barnes, y de 2666, de Roberto Bolaño. La sinceridad es siempre una grata virtud, pero conviene advertir que los modelos citados se mantienen en una especie de cima inalcanzable si atendemos al resultado de La noche sucks, que no pasa de ser un esbozo, una tentativa con chispas de talento -un tanto mimética, eso sí- con demasiados flecos sueltos y dispersos, con un excesivo número de amagos y evasivas que acaban por dañar la necesaria cohesión del conjunto. El relato alterna el tiempo presente de muchas escenas, registradas como si estuvieran ocurriendo en el momento, con la narración tradicional de una tercera persona omnisciente, capaz de entrar en los pensamientos íntimos de los personajes; y en ese variado tapiz de voces se inserta en un momento dado una primera persona narrativa ("Aquél era un viernes del 2006, el quinto año de la guerra de Irak, mi primera primavera en Albuquerque", pág. 59) que, como se comprobará más adelante (pp. 117-117, 169-174, etc.), no es otra que la de la propia autora, que se refiere a algunas experiencias propias, como su paso por el Instituto Cervantes de la ciudad, añadiéndose de este modo al friso de personajes agrupados en las páginas de la novela y mezclándose con ellos. La aclaración, también en el apéndice que cierra la obra, de que la historia de Michel Astorga -un personaje que huye de la policía por haber asesinado a un sheriff- responde a un hecho real, añade más dudas acerca de los límites entre crónica y ficción en que se mueve La noche sucks, de acuerdo, sin duda, con el propósito deliberado de la autora, alistada en una corriente narrativa cuyo cultivo se ha incrementado en las últimas décadas.

En esta colección de retratos esbozados sobresalen por su mayor entidad algunos, como el emigrante Dimitri, la adolescente Jewelleen -absurdamente embarcada en la búsqueda de un hermano-, el mendigo Joey, los gemelos Julian y Jem -de los que adivinamos un futuro trágico-, el solitario Jonathan Hijuelos, Dorothy, Logan y otros tipos, todos ellos miembros involuntarios de una galería de fracasados -propia de esa línea que recorre la narrativa norteamericana desde Faulkner a Cormac McCarthy-, que viven del recuerdo o han renunciado a todas las ilusiones para convertirse en supervivientes de un mundo oscuro y hostil. La sensación que produce ese ambiente opresor y esos personajes elementales o reducidos a simples muñecos sin futuro zarandeados por un destino adverso, es lo más notable de La noche sucks, donde también hay que destacar el peculiar oído de la autora para reproducir el lenguaje de los inmigrantes chicanos ("Cuando yo era escuincle, fui mesero en una taquería", p. 72) o sugerir la mezcla de lenguas ("Una señora, con crocs de plástico, calceta. Jewelleen saborea la bebida [...] dentro de poco ya no le quedará dough […] Logan, sin ducharse, sentado en la silla plegable del yard, respiró el aire...", p. 58). Y pocas veces cabe anotar deslices, aunque sí alguna adjetivación discutible ("silencio crepitante", p. 53), todo lo cual convierte el manejo del lenguaje en la mayor virtud de Blanca Riestra como narradora. Podrá avanzar, sin duda, cuando sea menos mimética.