Que la novela es un género literario abierto y multiforme no admite ninguna duda. Otro asunto es la identidad de quien firma un texto literario. Siendo así ¿sería posible orquestar varias voces en un texto único sin dar protagonismo a ninguna? ¿Jugar a hacer que trastabille el concepto de autoría en beneficio de la creación, proponiendo una suerte de reglas suspensivas que flanqueen el proceso creador? ¡Vaya que sí! Resultaría un experimento irreverente. Pero, apuntalada por entusiastas creadores experimentales, ofrecería una propuesta interesante y atrevida. Así es De La Habana un barco: un difícil ejercicio de narraciones paralelas y cruzadas consignando vidas y escenarios, que se deja hacer por cuatro manos dispuestas a cederse la palabra para reescribir el conflicto de la guerra del 98.

Firman Hotel Postmoderno y comparten el proceso sin suscribir su aportación y sin aventurar qué derrotero tomará lo escrito por cada uno de los integrantes de la enigmática firma. La sustancia narrativa cuenta la lucha de insurgentes cubanos por su independencia y el papel de España. La ironía crítica gradúa el enfoque, atenuada por la ternura cuando abriga a personajes, como Aurèlie, Lucas, el poeta José Martí o Sebastián; o extremando su dureza cuando relata emboscadas, como la destrucción de la flota española o la maquiavélica forma de hacer la guerra del periodista que libra su particular batalla con tal de obtener el Pulitzer. El resultado es una sorprendente reconstrucción de un imaginario histórico, algo que ni siquiera pondrá en duda quien ignore esta clase de experimentos.