Image: Invitación a un asesinato

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Novela

Invitación a un asesinato

Carmen Posadas

26 noviembre, 2010 01:00

Carmen Posadas. Foto: Alberto Di Lolli

Planeta. Barcelona, 2010. 359 páginas, 21'50 euros


De recortes heterogéneos se compone la intriga que arrastra a escena Carmen Posadas (1953) en su regreso a la novela: Invitación a un asesinato. Heterogéneos son los personajes elegidos para esta representación de algunos de los objetivos vitales a los que se supedita el presente; extravagantes parecen las razones que les fuerzan a formar parte de la glamurosa puesta en escena que les convoca. Múltiples son los ejes temáticos que respaldan una trama arrimada a los costados del género policíaco, a base de concordancias con personajes emblemáticos de Hitchcock, y argucias detectivescas de A. Christie y Sherlock Holmes. Todo funcionando como calculada técnica compositiva para ofrecer un cóctel de motivos que invitan al entretenimiento sin renunciar a una mirada moral sobre el mundo. Y como aderezo, cierta frivolidad en el enfoque, restando gravedad a las miserias que se exhiben.

Desde este ángulo abierto dispara la autora una trama rocambolesca que se supedita a la lógica de una peculiar novela de intriga encaminada a resolver un enredado acertijo. Para ello no desdeña las convenciones de una estructura narrativa clásica y dispone la acción en capítulos que sugieren los movimientos de la investigación en las tres partes que suministran información y avivan la intriga. Primero el relato del motivo desencadenante de la acción y aglutinador de los personajes que intervienen en ella: Olivia Uriarte, divorciada por quinta vez, arruinada y a punto de cumplir 43 años, convoca en su yate, el Sparkling Cyanide, atracado en Palma de Mallorca, a ocho invitados que tendrían sobrados motivos para desear su muerte. Entre ellos estará su única hermana, Ágata, su antítesis y se convierte en depositaria de un forzado enredo de pistas que debe rastrear hasta desarticular los entresijos de un caso sobrado de argumentos para zanjarse como lamentable "suicidio", aunque con suficientes gateras para no descartar un calculado asesinato. Ella es protagonista y testigo de cuanto narra, y pone voz a lo que supone el grueso de la historia al tomar el relevo a un narrador omnisciente que calla tras la muerte de Olivia.

Su relato, dentro del otro relato, escrito con de esclarecer los hechos, cuenta con gran detalle el proceso que le fue llevando a resolver sus dudas, hurgando en miserias de diversa índole encarnadas por un elenco de vidas fingidas. Entre el ajetreo de unos y otros, entre identidades ocultas y carambolas inverosímiles, se defiende una trama sostenida por un registro diferente a los ensayados por Carmen Posadas: una parodia, descarnada y supeditada a demasiados intereses, que brinda acciones tejidas para garantizar la distracción entre excesos y discordancias.