Use Lahoz. Foto: Oscar Carriqui
En consecuencia, esta alma cándida va dejando un reguero de damnificados y desventuras. Tal peripecia la censa Use Lahoz (Barcelona, 1976) con precisión en la línea del tiempo marcando la fecha exacta de mentiras y desengaños, con lo cual, de paso, se añade una crónica esquemática y un tanto pegadiza del último medio siglo español.
En La estación perdida tenemos una novela de personaje montada sobre un variado repertorio de modelos narrativos: relato ruralista, picaresco, de testimonio social, folletinesco y de aventuras. Este conjunto de fuentes se unifican bajo un doble esquema abarcador. Uno es un relato psicologista que ofrece un amplio muestrario de la naturaleza humana donde se exhiben, junto a algún reduccionismo maniqueo de buenos y malos, finos matices del alma y caracteres muy singulares. Primero, por supuesto, el protagonista, tipo complejo cuyo retrato paciente justifica el franciscanismo final del libro, el cual viene a ser una apuesta existencial, casi una tesis, razo- nable. También otros personajes: su segunda esposa, Candela, curiosa y verosímil reencarnación de la perfecta casada de fray Luis; el padre, Justo, excelente tipo construido a base de sugerencias y silencios; o, menos individualizados, los amigos uruguayos. La compleja y sutil historia de amor entre Santi y Candela sirve como la otra argamasa del argumento. El autor conjuga aquí con suma destreza dos temperamentos antagónicos de cuyo contraste obtiene una proclama convincente, por más que excepcional, a favor del poder redentor del amor.
La estación perdida es una novela ambiciosa y seria que merece, sin embargo, graves reparos. La prolijidad descriptiva y la acumulación anecdótica hacen fatigoso el conjunto. El relato incurre en inadvertencias o descuidos: mal pueden llegar "ríos de mujeres y de hombres de luto" a un funeral en un pueblo donde viven cuatro gatos. La prosa carece de brillo y tensión, aparte de cometer imprecisiones o inexactitudes. Y, sobre todo, el desarrollo lineal del argumento y la construcción entera de la novela resultan de un convencionalismo excesivo, anticuado. Apenan estas limitaciones porque Lahoz dispone de una historia estupenda, muy emotiva, nutrida de muchas situaciones novelescas interesantes y de un amplio plantel de personajes atractivos, y manifiesta facultades no comunes de poderoso narrador.