Vanessa Monfort

Premio Ateneo de Sevilla. Algaida. 448 pp, 20 euros



Vanessa Montfort (Madrid, 1975) ganó el Premio Ateneo Joven con su primera novela, El ingrediente secreto (2006), y, cuatro años más tarde, el premio Ateneo con Mitología de Nueva York, que es una novela interesante, ambiciosa y compleja por los temas que aborda y por la forma de tratarlos. Su complejidad se acrecienta por la heterogeneidad de los materiales incluidos en la historia relatada y por el carácter híbrido de una narración cuya trama se desarrolla como un thriller que reflexiona sobre su naturaleza de ficción en múltiples consideraciones metanarrativas y enriquece su planteamiento lúdico por medio del juego, no solo referido al black jack, tan presente en la intriga, sino también a la apuesta misma de su escritura como juego creativo entre narradores y lectores en un espacio neoyorquino real y ficticio al mismo tiempo.



Antes ya de su comienzo, la novela ofrece un mapa de la ciudad con dos informaciones complementarias de la Mitología de Nueva York. En la primera se localizan en el plano escenarios de 19 películas; en el segundo se hace lo mismo con 10 lugares donde transcurre la historia novelada. Con estos paratextos empieza a configurarse el universo de condición ambigua, dúplice, recorrido por los personajes de la novela. Sus itinerarios pasan por calles y edificios de la urbe real neoyorquina, pero al mismo tiempo se va creando la Ciudad Ficción construida con la memoria de películas, lecturas y otros recuerdos que han llegado a ser tan reales en la mitología de Nueva York como sus crímenes. Por eso el texto de la novela se genera en permanente juego entre un autor ficticio que cuenta la historia en tercera persona y el narrador y protagonista que relata en primera persona sus andanzas por lugares conocidos de la ciudad.



Entre la figura del autor, Abbott, con los poderes de su omnisciencia, y la rebeldía y crítica del protagonista, Dan Rogers, se entabla una renovada y tensa pugna unamuniano-pirandelliana sobre límites y posibilidades en la relación entre creador y criatura. Lo cual se proyecta con la misma intensidad en las relaciones entre realidad y ficción. Todo ello sucede en la narración, en su escritura en continua disputa, y se prolonga hasta su lectura, en el personaje de Laura, que lee la novela al mismo tiempo, y recorre la ciudad por sus escenarios. Hasta el final, en que la duda en la imposible separación de fronteras entre lo real y lo ficticio incluye al lector real, con la idea previa de "que te hayas planteado dónde terminaba esta novela y comenzaba tu vida", para sembrar "una duda descomunal: si quizás alguien nos está leyendo a ambos en una obra más amplia" (págs. 437-438).



Que dichas inquietudes existenciales, transmitidas en enconadas críticas del narrador y protagonista contra su "autor" se hayan podido armonizar con un argumento de novela negra centrado en crímenes cometidos por unos misteriosos Hijos del Azar, que escenifican cada asesinato imitando a obras de la historia del arte, desde la Victoria de Samotracia hasta El grito de Munch, puede contentar a muy diversos lectores, desde quienes buscan entretenerse con la intriga policíaca en la investigación de los crímenes hasta los más exigentes que podrán satisfacer más elevadas apetencias disfrutando del proceso creador de la novela y de los vínculos entre literatura, cine, música y cómic (además del black jack).