Image: Generación A

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Novela

Generación A

Douglas Coupland

4 marzo, 2011 01:00

Douglas Coupland. Foto: Steph Wereley

Traducción: F. Piperno. El Aleph, 2011. 312 páginas, 20 euros


"Supongo que la ciencia ficción siempre va de lo mismo: sociedades que compiten por la supervivencia" (p. 95). Es Julien, uno de los cinco protagonistas de Generación A, quien así se expresa en esta obra de tintes fantásticos; y es precisamente la "competencia por la supervivencia" el tema central de la trama. El título, en clara evocación de su celebérrima Generación X (1991), lo toma Coupland (nacido en la base americana de Söllingen, Alemania en 1961) del discurso pronunciado por Kurt Vonnegut en 1994 en la Universidad de Syracusse, tal como se menciona en el epígrafe: "...los medios os han hecho un estupendo favor llamándoos la Generación X… Pues en el presente acto, os bautizo Generación A..."

Como aquélla, también es ésta una novela coral, pero ahora no son tres jóvenes norteamericanos los protagonistas, sino cinco, y de cuatro continentes: Harj de Sri Lanka, superviviente del tsunami que se llevó a toda su familia; Zack, un granjero en Iowa que siega su maíz formando la imagen de un pene y testículos de forma que puedan verse desde el aire; Samantha, una neozelandesa que pretende crear un bocadillo de la tierra con la colaboración de una mujer en sus antípodas, en España, utilizando la tecnología de los teléfonos móviles; Julien, estudiante en la Sorbona que en vez de asistir a clase llegó a pasar ciento catorce días jugando a "World of Warcraft"; y Diana, una altruista canadiense, bautizada así como homenaje a Diana de Gales, que colabora con la escuela dominical.

¿Qué tienen en común estos cinco personajes? Todos ellos han sido picados por una abeja. El incidente no tendría mayor interés si no fuera por ocurrir dentro de unos diez o quince años -lo que convierte a los protagonistas en "hijos" de los héroes de Generación X-, cuando las abejas se creen extintas, con la consecuencia de que también han desaparecido algunas plantas -como las amapolas de donde se obtenía la heroína- e incluso, como dice Diana, puede que sean la última generación, ya que "somos como la generación que vivió antes de que Noé construyera su arca. Esa gente solo se ocupaba de sí misma y no hacía caso a las advertencias de Noé. Ahora está sucediendo otra vez" (p. 139).

Los cinco son trasladados a un aséptico laboratorio de Atlanta, donde cada uno de ellos es puesto en cuarentena en lo que se denominan "Cámaras de neutralidad". Cuando finalmente recuperan su libertad uno de los científicos, un tal Serge, los reúne en una isla canadiense para que se conozcan y poder dilucidar, mediante las historias que se cuentan unos a otros, al estilo del Decamerón, qué es lo que todos ellos tienen en común y por lo que fueron los "elegidos" por las últimas abejas supervivientes. En la conclusión descubrimos que las intenciones de Serge no son exclusivamente científicas sino que tienen que ver con la evolución de un fármaco-droga conocido como SOLON CR utilizado en esos tiempos.

La novela está claramente divida en dos partes, el antes y el después del viaje a Haida Gwaii, la isla canadiense donde, en palabras de Diana, "parece que viviremos como animales de granja" (p. 157). En la primera conocemos a los personajes, qué estaban haciendo en el momento de sufrir el aguijonazo, sus intereses y excentricidades...: Zack segaba desnudo en su tractor y Harj se hacía pasar por otra persona a quien entrevistaban telefónicamente para el New York Times. Durante su aislamiento hablan con Lisa, "una persona artificial generada por quince científicos distintos", pero a quien realmente se dirigen es a nosotros, los lectores.

La segunda parte, esa especie de "cita a ciegas quíntuple en una isla bella y extraña" (p. 166), resulta mucho más introspectiva, y las historias que cada uno cuenta, la estructura narrativa, se aproxima más al modelo de metaficción posmoderna que al anterior de ciencia ficción. Tal vez el número de las historias referidas sea excesivamente amplio, y también inconexas, sin que logremos dilucidar la continuidad o nexo de unas con otras. Si acaso, las más atractivas son las de "El apostador" narradas por Sergle Ducos, el científico que los ha reunido a todos con intenciones un tanto malévolas, en las últimas treinta páginas. Me hubiera gustado saber más sobre este personaje.