Premio Azorín, 2011. Planeta. 320 pp, 20,50 e.



Una joven de muy modestos orígenes, Merche, o Che, se deslumbró a finales de los años 60 por la forma de vida independiente de una chica de la burguesía catalana, Lola. La desigual pareja hizo viajes liberadores por Europa y por lugares de la marginalidad tercermundista, pero quedó pendiente, como señuelo del compromiso que afianzaría su fraternidad, una visita a India. Mientras, ambas vidas han tenido desarrollo autónomo. Che se ha convertido en conocida actriz de teatro en Barcelona. Lola se hizo escritora y figuró en la lista de novelistas españoles famosos a finales del pasado siglo. Ahora, cuatro decenios después de conocerse, las dos mujeres saldan el postergado proyecto y con él arranca Indian Express Pepa Roma (La Sentiu, Lérida, 1955).



La estancia en India, con visita a Bombay y otros lugares del país asiático, ocupa algo así como la mitad de la novela y se centra en las desavenencias de las ya sesentonas señoras. La otra mitad rescata su traumática relación en el pasado, impulsada por la hostilidad actual. De ambos momentos, entrelazados, da cuenta la narración en primera persona de Lola, quien, espoleada por el comportamiento arbitrario de la amiga, escarba en una vieja y grave herida. En realidad, nunca existió tal amistad . Un episodio de engaño y venganza actúa en el reencuentro como espoleta que tinta de tragedia la relación. Roma hace, pues, un relato psicologista y le añade notaciones del marco espacial y temporal en el que se inscribe la historia de Lola y Che.



La exploración psicológica tiene como objetivo ahondar en los abismos de la moral degradada, del equívoco y el fariseísmo; en la mentira como núcleo de una impostura que se pone de manifiesto en el presente a través de la confrontación. La estancia en India es de comienzo a fin escenario de una lucha sin tregua: Che le amarga a cada instante a Lola, y eso se explica por un rencor acendrado. Pero el desarrollo de la situación límite es repetitivo: si ésta quiere hacer una excusión, la otra no se mueve; si mira a un hombre, le desbarata la oportunidad, y así incontables veces. En suma, encontramos un cansino y previsible rosario de situaciones de débil imaginación. Problema básico del libro radica en dilatar en amplio número de páginas una idea seminal que se basa en un intenso conflicto más propio de la concentración del drama que de la amplitud novelesca. Si se despoja al texto de hojarasca, la autora tiene entre manos antes una obra teatral que una novela. Otra limitación proviene del trazo esquemático de las protagonistas, a pesar de la presunta densidad con que se las quiere aureolar. Además, el conflicto de fondo, una infidelidad, parece un artificio poco verosímil. Aunque se diga dónde se localiza la causa, no se muestra de forma convincente por qué explota ahora y no mucho antes.



La entidad del conflicto tendría que bastar por sí sola como asunto novelesco. Sin embargo, se le añaden un par de complementos pegadizos. El paisaje indio se convierte en pretexto para apuntes de exotismo turístico y para tópicas notas sobre los poderes redentores de la vieja espiritualidad oriental, degradada por el desarrollo económico. El tiempo de la presunta amistad de Lola y Che se aprovecha para incrustar unos brochazos superficiales sobre la historia reciente española, la falsedad de la política y el auge narrativo de hace unos lustros.



Pepa Roma desperdicia las posibilidades de una dura historia de fracasos y soledades. La aborda con una concepción literaria envejecida y la trivializa . Indian Express es una corriente novela convencional, ejemplo de relato de consumo sin la menor sensibilidad para las formas narrativas de la modernidad.