Joaquín Rubio Tovar

Ediciones de la Discreta. Madrid, 2011. 244 páginas. 15 euros

Las primeras incursiones del filólogo medievalista Rubio Tovar (Madrid, 1954) en la ficción dieron lugar al libro de cuentos El dolor de las cosas (2004) y la novela policíaca El sueño de los espejos (2008). Ahora el autor insiste de nuevo en ambos géneros con los relatos incluidos en Se murió de Mozart y otra novela policíaca, Alguien envenena a los pájaros, con una nueva investigación protagonizada por el subinspector de policía José Carrasco. Entre ambas novelas hay muchas conexiones, además del protagonismo de Pepe Carrasco, quien antes que policía fue albañil y que en esta segunda novela se muestra menos cabezota y más desvalido y melancólico.



Carrasco es detenido por orden de un jefe oportunista debido a las investigaciones llevadas a cabo por el subinspector en el caso de los espejos. Se le permite vivir bajo vigilancia en casa de una mujer viuda que trabaja para la policía y se ve involucrado en dos crímenes que acaban con la vida de Trini y de su hija. Arrestado de nuevo, Carrasco escapa del hospital donde es atendido y en su huida viaja por La Mancha, donde conseguirá detener al terrorista más buscado desde sus fechorías en Londres por el Servicio de Inteligencia Británico. Esta trama policíaca es un pretexto para denunciar, desde un presente narrativo situado en el siglo XXI, la pérdida de valores en nuestra sociedad, con especial hincapié en la frivolidad del pensamiento y de la cultura en general, cuya degradación el autor aprecia en la universidad, donde ya no hay lugar para los grandes maestros en la investigación y transmisión del saber porque todo está prostituido por egoísmos y mezquindades perpetrados por ambición de medro personal.



Lo mejor de la novela está en la ironía y humor con que el autor construye su visión deformante de la sociedad y la cultura de nuestro tiempo. Por eso resulta pertinente el empleo de recursos cervantinos en la fuga e investigación de Carrasco por tierras manchegas, donde se encuentra con su primo Octavio, como nuevo Sansón Carrasco que ha leído su novela anterior, y donde hay una taberna "El verde gabán", un bar "Mari Tornes" y un puesto de mando con el nombre de "Casa Cardenio". También allí la explotación turística de motivos cervantinos ha hecho estragos, como se manifiesta en el mercadillo posmoderno de Manchachic, lo cual responde a la misma deformación grotesca que la invención de la googuelina usada por la policía para seguir el rastro del fugado a través de sus meadas y sudores.