El sonámbulo de Verdún
Eva Díaz Pérez
9 marzo, 2012 01:00Eva Díaz Pérez. Foto: Carlos Márquez
Nada más un par de páginas después de comenzar su relato, el todopoderoso narrador omnipresente en El sonámbulo de Verdún se dirige a los lectores para subrayar que "ya habrán intuido que ésta es una historia que va hacia delante y hacia atrás". Ha de tomarse la advertencia como una delicadeza de Eva Díaz Pérez (Sevilla, 1971) para facilitar el progreso en la lectura de una novela que juega a fondo con el tiempo, a la vez que con el espacio, si bien lo hace sin exigir los agotadores esfuerzos que requieren, por ejemplo, los exhaustivos rompecabezas de Virginia Woolf y de muchos libros del modernismo narrativo.Varias líneas anecdóticas ensambla Eva Díaz en su complejo relato. El título del libro obliga a considerar como la más importante la historia de un desertor checo del ejército austrohúngaro que muere en el frente de Verdún en 1916. El pausado recorrido de la bala que acaba con su vida, expresado con ritmo cinematográfico de cámara lenta, hilvana la novela entera, si bien se alterna con anécdotas de pareja importancia y hasta diría que interés. Entre otras, dos destacadas, la de un periodista que pasa de trabajar en los servicios de propaganda imperiales a convertirse en alucinado cronista bélico, y la de un subversivo artista experimental a punto de inaugurar en un museo vienés un "simulacro" que reflejará la locura de una época trágica.
Entre unas cosas y otras, la novela se llena con un documento impactante que abarca un siglo entero de historia, pues se encuentran referencias a hoy mismo, y a gran parte de nuestro continente, de modo que, en conjunto se convierte en reflexión y alegato europeo. En este diseño global entran variados materiales testimoniales, una parte de los cuales se vinculan con la literatura antibelicista de la pasada centuria, con las consabidas dosis de espanto. Al lado de esta raíz diríamos remarquiana, la autora dispone el jugoso contraste de una construcción de voluntad innovadora.
La referencia última de estos múltiples materiales se halla en una indagación crítica sobre el pasado histórico, la misma que preside la anterior novela de Eva Díaz, El Club de la Memoria, única que conozco de una trilogía de semejante enfoque reivindicativo, solo que desbordando en mucho el objetivo español. El propósito indica una sólida unidad de preocupaciones, pero en la materialización da ahora la autora un salto gigantesco. En El sonámbulo de Verdún liquida el lastre de sentimentalina y atenúa el moralismo y la divulgación pegadiza. Todavía tiene que exigirse más (¿qué falta hace que el protagonista viva en Zúrich encima del famoso Cabaret Voltaire donde alborotaba Tristan Tzara?), pero esta novela cruda y escéptica, tremendista y reflexiva revela una narradora cuajada que ha alcanzado una primera madurez creativa.