"Contribuyendo a la perplejidad", como dicen los versos de Caballero Bonald con los que Isabel González da la bienvenida a este volumen titulado Casi tan salvaje. Sugiere así la dirección de su escritura: poética, fragmentada, gestual. Lo forman una veintena de relatos que cuentan, sin llegar a contar, momentos, situaciones, vidas..., de manera que el conjunto resalta por el tono incisivo y grave, por su minimalismo y su plástica expresividad; por esquivar la lógica narrativa y por sugerir escenarios humanos donde impera el desamparo, sin edulcorante alguno. Es este su primer libro, aunque ya han aparecido relatos suyos en destacadas antologías, y siendo irregulares y desconcertantes, contiene un puñado de buenas razones para tenerlo en cuenta. La primera es que es escritura con ambición literaria. Detrás están otros motivos, como que ese mundo emocional descarnado parece tejido con puntadas visuales que sugieren escenas "casi salvajes", con las que contribuye a "la perplejidad" de quien se acerque a ellas.
Por eso gustan y subyugan sus maneras, incluso cuando se excede en su hermetismo expresivo, sin permitir acceder a más detalles de la cruda realidad de sus personajes, en su mayoría mujeres. Sirvan de muestra estos ejemplos: aquí hay mujeres que se abrazan a la abnegación o a la humillación, como la que cuenta "cómo fue demasiado tarde para todo" y "para siempre". De quien es capaz de sugerir tanto y de moverse entre tantas palabras que dicen sin decir, no es posible desentenderse. En este primer libro Isabel González ha interpretado así lo que decían los versos del poeta: el caos, en la distancia, se disfruta y de cerca, en cambio, se vuelve "un maldito basurero de normas".