Si algo queda claro desde el primer renglón de esta novela es que su autor maneja con soltura las claves del suspense. Dos amantes enterrados en un mismo ataúd, sin lápida puesto que su muerte se debió a un suicidio, un empleado de funeraria desengañado de casi todo que acepta oficiar la exhumación y una rica mujer que no repara en gastos son algunos de los alicientes que encuentra el lector, y les aseguro que una página basta para quedar atrapados por esta historia que sorprende por su ritmo y la calidad de sus diálogos. Sin embargo, la que parecía apuntar a novela sobre crímenes de la Guerra Civil se transforma en una trama sobre la censura cinematográfica de los años 50 en nuestro país.



Esta es una novela de hombres fuertes que esconden un punto débil, de secretos que siempre terminan por revelarse, de capítulos bien tramados que no permiten al lector ni un respiro. Javier Rovira (Almería, 1967), pianista de profesión, ensaya en esta su primera novela las claves del género negro con tan buen tino que consigue hacernos ver a sus personajes en blanco y negro. Un debut que hay que aplaudir y un autor que hay que sumar a la lista de indispensables de su género.