Destino, Barcelona, 2012. 448 páginas, 20 euros, ebook: 13'99 euros

Con media docena de novelas en su haber, Carmen Amoraga (Picanya, Valencia, 1969) sigue desarrollando una trayectoria narrativa ascendente, pues El rayo dormido, la sexta, es la más ambiciosa de ellas. Su título procede de un manual dedicado a la defensa contra incendios forestales, referido a los rayos que permanecen "silenciosos o dormidos" dentro del árbol donde han caído, produciendo una combustión interna que puede dar lugar a futuros incendios. En la novela, el "rayo dormido" es la metáfora de una traumática experiencia guardada en secreto por quien la vivió en el pasado hasta que, tras mucho tiempo de íntimo desgarro, sale a la luz en un acto de catarsis que alivia de su atormentado recuerdo al protagonista.



La novela está construida en forma de investigación sobre dos historias protagonizadas en la Guerra Civil española y en la II Guerra Mundial por dos personajes del mismo pueblo valenciano, que a su vez se entrecruzan con una tercera desarrollada en 2010, en el que se sitúa el presente narrativo. La investigación corre a cargo de la periodista Natalia Soler, comprometida en escribir un libro para esclarecer los hechos que llevaron a la muerte violenta del sacerdote José Emilio Almenar en 1938 y también las proezas de Antonio Almenar como soldado republicano español enrolado en la legión francesa formada por españoles, dentro de la División Blindada del general Leclerc que liberó París de la ocupación alemana.



Se trata, pues, de averiguar la verdad en el caso del cura asesinado y de restablecerla en la heroica lucha de un revolucionario cuyo sacrificio ha quedado en el olvido. Y al mismo tiempo la periodista investigadora quiere comprender y explicar cómo dos protagonistas de la intrahistoria lucharon por un mundo mejor desde posiciones enfrentadas.



Pero la investigación se complementa y enriquece con el progresivo conocimiento que de sí misma va teniendo la investigadora gracias a sus encuentros y el contacto humano con algunos supervivientes, y también por la reanudación de sus relaciones con Carmen López, su mejor amiga de juventud, tras veinte años de distanciamiento. El pasado gravita sobre el presente, tanto en la historia colectiva, donde la investigadora nunca hubiera imaginado las circunstancias de la muerte de un cura tan querido, como en el reencuentro presente de Natalia y Carmen.



Con la gradual integración de historias pasadas y presentes y con el esclarecimiento de la verdad en todas ellas, Natalia completa la documentación necesaria para su libro, que es la novela que estamos leyendo, a la vez que llega a conocerse mejor a sí misma y a comprender que nadie tiene la razón en exclusiva. Por eso es un acierto la construcción polifónica de la novela, con diferentes voces que completan la investigación distribuidas en capítulos alternos. Más allá de alguna frivolidad como la de poner "tragedia griega" en un desafortunado "corte de pelo" (pag. 149), El rayo dormido es una valiosa novela que en su mezcla de realidad y ficción encierra una buena lección de historia.