Antonio G. Iturbe
La novela y el cine han dado tantas versiones del horror nazi y del espanto de la "solución final" que quien vuelve a adentrarse en ese territorio asume un gran riesgo. Tal es el reto que afronta en primer lugar Antonio G. Iturbe (Zaragoza, 1967), autor ya de dos novelas que, a la vista de La bibliotecaria de Auschwitz, lamento desconocer. Cualquier incursión más en tan asendereado asunto requiere, al menos, un par de requisitos para que suponga suficiente novedad: alguna notable peculiaridad anecdótica y un foco temático particular. A ambas exigencias atiende Iturbe.El argumento se centra en un hecho real, pero nada conocido: según la amplia información que cierra el libro, en Auschwitz los judíos se jugaron aún más la vida sosteniendo una escuela secreta y formando una mínima biblioteca clandestina. La peripecia recreada se extiende de comienzos de 1944 hasta la primavera de 1945 y refiere con detalle el comportamiento en el campo de exterminio de una niña, Dita, la bibliotecaria aludida en el título, a cuya hija, por cierto, va dedicado el libro como señal de la carga notarial y vivencial que lo sostiene.
Iturbe, en una línea clásica de novela de personaje, presta la mayor atención a Dita y a su temple firme, y logra un retrato psicológico pleno. Con la chica comparten la acción un amplio número de presos, a quienes se les sacan registros íntimos complejos y llenos de matices, propios de la situación límite en que se encuentran. La bondad, el cálculo, la desesperación o las actitudes equívocas de los reclusos forman un rico retablo del alma. En ellos se encarnan ideas y sentimientos -el bien, el mal, la verdad, el miedo, la muerte, el futuro, el amor...- de forma vivaz, libre de pretensiones especulativas. La incertidum- bre del destino agrega un hilo sostenido de suspense. Por otra parte, el documento desnudo, tan esperable como ineludible, de las atrocidades cometidas por los carceleros, entre quienes destaca Josep Mengele, el siniestro Doctor Muerte, añade un revulsivo plus testimonial. Este conjunto de objetivos se abordan con técnica tradicional. Sale de este modo una obra comunicativa y conmovedora a la que, sin embargo, cabe ponerle el reparo de unas dimensiones algo excesivas.
La aportación temática original reside en la reivindicación del poder de la educación y de la fuerza redentora de la lectura. Iturbe manifiesta sin velos un compromiso propagandista con la cultura. Salpica el libro con elogios explícitos de la literatura y del libro. Celebra los valores espirituales, el conocimiento y la sensibilidad ante la hermosura. Ensalza lo mejor de la naturaleza humana. Invita a la entereza ante la adversidad. Hace un acto de fe y confianza en el futuro. Coherente con esta visión del mundo positiva y aun idealista, La bibliotecaria de Auschwitz, tras incidir en la cara demoníaca de la vida y denunciar el mal en estado puro, concluye en un final feliz que supone un firme y esperanzado canto a favor de nuestra especie.