J. K. Rowling. Blohogwarts.com

Traducción de Gemma Rovira. Salamandra. Barcelona, 2012. 608 pp. 23 e. ebook: 15'19 e.



No sé si vender 450 millones de ejemplares produce una conmoción tan intensa como atisbar la teoría del eterno retorno en las cumbres de Sils-Maria, pero lo cierto es que J. K. Rowling (South Gloucestershire, 1965) se ha situado más allá del bien y el mal en el despiadado mercado editorial. El simple anuncio de que publicaría una novela para adultos suscitó un millón de reservas de preventa. Una vacante imprevista llegó a las librerías con la expectación de un estreno de Hollywood en la época dorada del cine clásico. De inmediato, consiguió una entrada en Wikipedia y suscitó la previsible polémica sobre si Rowling es una verdadera escritora o un simple fenómeno de masas abocado a un justificado olvido. Yo siempre he opinado que Harold Bloom no se equivocaba al afirmar que la saga de Harry Potter es una solemne porquería. Admito que sólo he leído algunas entregas y no oculto que cada página ha provocado mi irritación por la intolerable cantidad de simplezas y estereotipos acumulados. Al pensar en su éxito, recuerdo las dificultades de Nietzsche, Proust o Malcolm Lowry para hallar editor y no puedo evitar una mezcla de rabia y asombro ante la miopía (o codicia) de un negocio en horas bajas.



Una vacante imprevista relata los conflictos que surgen en una pequeña localidad inglesa cuando se plantea la necesidad de cubrir una plaza en el consejo parroquial. La súbita muerte de Barry Fairbrother desata una sórdida lucha entre todos los estamentos del idílico pueblo, con su abadía y sus prósperas viviendas de clase media. Nada es lo que parece. Las amistades son ficticias, los matrimonios se ahogan entre el resentimiento y el tedio, los padres y los hijos se prodigan una mezcla de hostilidad e indiferencia, las escuelas son avisperos donde se maltrata con ferocidad al más débil, la convivencia entre diferentes comunidades raciales está lastrada por el odio y la intolerancia. Una disputa trivial sobre un cargo irrelevante sacará todo a la luz, disipando un engaño colectivo.



El planteamiento no es deleznable, pero la novela discurre entre tópicos y lugares comunes, añadiendo las dosis aceptables de erotismo, desgarro y psicología de un bestseller orientado a un público infantilizado y conformista. La prosa es plana y banal y los personajes sólo son esbozos sin consistencia ni credibilidad. El conjunto resulta difuso y decepcionante.



Cierto moralismo de fondo sólo contribuye a incrementar el enfado del lector que ama la verdadera literatura. Algunos dirán que me mueven prejuicios académicos y que la posteridad hará justicia con Rowling, citando casos como el de Dashiell Hammett, pero creo que no será así, pues Una vacante imprevista posee el mismo mérito artístico que las novelitas de Barbara Cartland, Danielle Steel o Lucía Etxebarría.



En sólo diez días, algo más de cuatrocientos lectores enviaron cartas de protesta a The Wall Street Journal, insultando a Harold Bloom por el artículo que había publicado sobre Harry Potter. Me gustaría que me sucediera algo parecido, pero mi escepticismo me advierte que no me haga ilusiones. Rowling es un océano, por utilizar la expresión de Bloom, y esta nota tal vez se utilice para alfombrar la jaula de un canario. Siempre quedará el consuelo de refugiarse en los clásicos, tan reverenciados como poco leídos.