Jaume Cabré. Foto: Jordi Soteras

Traducción de Daniel Royo. Destino. Barcelona, 2013. 480 pp, 19'50 e. Ebook: 13'99 e.



Los elogios generalizados de la crítica a la anterior novela de Jaume Cabré (Barcelona, 1947), Yo confieso, han servido para rescatarle de su situación de escritor hasta hace poco ignorado en España. Consecuencia del cambio de estatus es el rescate de un libro de 1991, Señoría, que destaca por la práctica rigurosa y creativa de la novela histórica frente a la hoy habitual degradación de este subgénero.



La acción de Señoría se emplaza en Barcelona a finales de 1799. Una ambientación simbólica marcada por la oscuridad y la lluvia proporciona la atmósfera decadente que envuelve el envilecimiento de los círculos del poder. Las clases privilegiadas del Antiguo Régimen despliegan sin pudor sus intocables vergüenzas. La aristocracia inútil, el capitán general, los diversos eslabones de la Justicia, el jefe de la policía, algún eclesiástico... son elementos que ilustran una corrupción descarada e impune, la sujeción de todo ese sector encumbrado a pasiones sórdidas, a ambiciones espurias, la práctica de la extorsión y el chantaje, la claudicación ante el sexo y el dinero. Esta estampa coral aparece en la superficie narrativa por medio de una trama de novela negra. Una prostituta es asesinada en la casa que le financia su amante. Las autoridades toman como cabeza de turco a un joven inocente, idealista en tonos del romanticismo en boga. Una suma de oportunismos desemboca en su ejecución, en la que tiene personal responsabilidad el verdadero asesino, la señoría del título, regente de la Audiencia barcelonesa.



La aleación de novela histórica y de relato criminal produce un magnífico efecto como cauce seductor y plástico de la acción, que tiene los mejores ingredientes para proporcionar una anécdota que se sigue con continuado interés y proporciona una forma superior de entretenimiento acompasada de muy intensos efectos emotivos. Esta virtud intrínseca sirve de cauce para la denuncia implacable del grupo social indicado y, dentro de este, del sistema judicial. A su vez, trascendiendo los detalles, el objetivo del autor apunta a la mismísima justicia, que llega, en la lúcida reflexión final del magistrado prevaricador, a cuestionarse en su mismo fundamento: "Es débil, es arbitraria... La justicia humana es injusta por definición".



Constituye un valor principal de Señoría abordar con inusual coraje un asunto tan delicado y meterlo en el entramado de la degeneración de los poderosos con virtualidad presente. Pero la intención crítica y la denuncia se reducirían a un alegato de no contar con el feliz tratamiento literario dispuesto por Cabré. Consiste en una composición llena de malicia para retener la atención del lector y en una narración clásica agilizada con recursos lingüísticos (diálogos entrecortados, monólogos camuflados, sintaxis flexible, léxico culto y coloquial...) de una vanguardia sin pruritos experimentales y concebida para intensificar la eficacia comunicativa. El humor distancia a propósito del fondo repulsivo de la anécdota, la cual subleva al lector mientras asiste fascinado al deplorable espectáculo de la condición humana. El paradójico efecto se produce gracias a un consumado arte de contar.