¿Quién es Andrea? Desde que le diagnosticaron autismo quince años antes, incluso sus padres tienen dificultades en contestar a esta pregunta. La única manera con la que Andrea se comunica con ellos es escribiendo, muy de vez en cuando, frases sueltas en el ordenador. Por esta razón, y contra todas las ideas de los expertos que aconsejan que una persona autista no pierda las bases de su rutina, el padre de Andrea decide emprender con el chico un viaje por Estados Unidos en su moto. Rumbo desconocido y vuelta estimada al cabo de tres meses, serán las únicas marcas espaciotemporales que se propondrá.
A medida que avanza la narración, el viaje adquiere una dimensión mucho más amplia que el simple desplazamiento de un padre con su hijo durante el verano. El autor no se limita a transcribir los encuentros que realizan, ni las extrañas reacciones de la mayoría de los americanos al descubrir el carácter de Andrea, sino que consigue acercar la realidad del padre al desconocido mundo de su hijo: "de dónde él procede rigen otros códigos, otras señales, otras estéticas, que él transfiere aquí cuando y como puede" (pág. 59).
La novela es conmovedora. No solo por contar un hecho real, sino porque Fulvio Ervas resuelve muy bien el conflicto que existe cuando unos padres enfrentados a un diagnóstico tan desconcertante y del que se sabe poco, como el autismo. Asimismo, el autor se apoya en toda una tradición de viajes literarios que, desde Conrad a Keruac, han utilizado la imagen del viaje para mostrar las transformaciones interiores que vive el personaje. Viaje hacia el interior de uno mismo, en este caso el viaje físico y real que efectúan los personajes encima de la moto, que les conduce de estado en estado, de hotel en hotel, será el viaje que realizará Franco para descubrir quién y cómo es su hijo autista.