Los tanques acaban con la revolución del 56

Traducción de Eszzter Orbán y A. M. Fuentes. Acantilado. Barcelona, 2013. 288 páginas, 24 €.





La Revolución húngara de 1956 finalizó con la muerte de 2.500 civiles, 722 soldados soviéticos y la ejecución del presidente Imre Nagy. El sueño de una utopía comunista como alternativa al capitalismo se rompió definitivamente. György Spiró (Budapest, 1946) recrea esta tragedia mediante la historia de Gyuski y Kati, un matrimonio que no participa en la insurrección e intenta continuar con su vida después las trágicas jornadas de octubre y noviembre. Gyuski es ingeniero y trabaja en una fábrica. No es un hombre comprometido, sino un superviviente. Al igual que Kati, que trabaja en una sala de arte, procede de una familia judía y ambos han aprendido a pasar por el mundo de puntillas. Sus existencias son tristes, rutinarias y opresivas. En la Hungría comunista, la represión no es tan brutal como en la época del almirante Horthy, pero se respira miedo, inseguridad y la sensación de estar bajo vigilancia permanente.



György Spiró utiliza una y otra vez la expresión "nuestro héroe" para referirse a Gyuski, pero no hay nada heroico en el personaje. Simplemente, es el centro de una historia donde no es posible la fraternidad ni la amistad, pues cualquier ciudadano es un delator potencial. La delación es una pieza esencial en un sistema donde el individuo carece de derechos. Katia es militante del Partido Comunista, pero no ignora que la corrupción es uno de los rasgos esenciales del sistema. Cuando organiza la Exposición de Primavera, comete el error de incluir la obra de pintores disidentes. Sus escasos conocimientos de arte contribuyen a propiciar una situación que también afectará a su marido, convirtiéndolos en sospechosos de contrarrevolucionarios.



Spiró articula la trama con la habilidad de un escritor realista que combina la denuncia política y social con el drama humano de personajes desbordados por las circunstancias históricas. Es inevitable establecer analogías con 1984, pero la fantasía de Orwell reproduce el clima de barbarie del estalinismo. Exposición de Primavera está más cerca de La vida de los otros, mostrando que en un régimen autoritario el heroísmo es infrecuente, pues las instituciones ejercen un control minucioso del ciudadano, entrometiéndose incluso en su intimidad. Por el contrario, proliferan la resignación, el oportunismo o la despersonalización. Se ha dicho que la obra de Kafka prefigura el fenómeno del totalitarismo y no creo que se trate de una interpretación forzada. Los personajes de György Spiró son humanos, creíbles, consistentes, pero sus vidas son impersonales y fantasmagóricas. No tienen proyectos ni una identidad forjada desde la libertad y el espíritu crítico. No son esclavos, pero su vida es pura servidumbre. Ni siquiera establecen lazos afectivos sólidos y sinceros. Sus emociones están anestesiadas o deformadas.



Exposición de primavera es una obra esencial para conocer la historia de los países atrapados al otro lado del telón de acero. Spiró es un novelista de enorme talento que arma sus novelas con la precisión de un maestro relojero. No sé qué opina de la Hungría actual, que ha despertado la alarma de la comunidad internacional con una Constitución dudosamente democrática. Pocos se atreverán a cuestionar que la caída del telón de acero no significó el fin de la miseria, la injusticia y la arbitrariedad. Spiró no adoctrina. Se limita a certificar el fracaso de nuestra especie para alumbrar un modelo de sociedad basado en la convivencia pacífica y el respeto mutuo.