Su peripecia vital se estructura en tres partes: primero el relato de su vida con la familia que le recogió en el criadero, época en la que, a juzgar por cómo vivían los niños, aprendió que no hay deseo que más valga que el de ser un niño, no un perro al que no todos tratan como uno más. Después su vida dio un giro inesperado tras la experiencia del abandono en una gasolinera. Comenzó el deambular, el miedo, sus pesadillas y el consuelo de soñar con vivencias anteriores. Ahí se impuso su destino: la "maldición de ser perro". Por último, narra el regreso a su antigua casa, al cabo de los años, cuando ya nada es como era. Su historia sirve de parábola amable, transparente en sus intenciones: radiografiar a los humanos desde la perspectiva de un perro y considerar el trato que merecen, y no siempre reciben.
Me llamo Lucas y no soy un perro
Fernando Delgado
11 octubre, 2013 02:00Su peripecia vital se estructura en tres partes: primero el relato de su vida con la familia que le recogió en el criadero, época en la que, a juzgar por cómo vivían los niños, aprendió que no hay deseo que más valga que el de ser un niño, no un perro al que no todos tratan como uno más. Después su vida dio un giro inesperado tras la experiencia del abandono en una gasolinera. Comenzó el deambular, el miedo, sus pesadillas y el consuelo de soñar con vivencias anteriores. Ahí se impuso su destino: la "maldición de ser perro". Por último, narra el regreso a su antigua casa, al cabo de los años, cuando ya nada es como era. Su historia sirve de parábola amable, transparente en sus intenciones: radiografiar a los humanos desde la perspectiva de un perro y considerar el trato que merecen, y no siempre reciben.