El autor divide el libro en dos partes: la primera aborda la vida entre trincheras y el precio del combate en transitivo; la segunda, el año 16 en las capitales del Viejo Continente. En esta primera mitad, "Metralla de cuerpos celestes", Zomeño, con la precisión de un reportero gráfico, fija su óptica en los pequeños detalles del frente. Por ponernos en palabras del cuentista, "la Muerte tiene resquicios por los que se pierde la belleza y caen los objetos más absurdos de los muertos. Yo los colecciono".
En la segunda mitad, Mapas, 1916, el escritor reposa y amansa su prosa en estas doce narraciones. Lo que en un inicio eran crueles y líricos fotogramas del combate, se vuelven confesiones alejadas del frente. Zomeño posee, en resumen, lo que Pablo Neruda tanto pontificaba: el correcto dominio de esa "matemática niebla" de toda ficción reducida.