Ignacio Martínez de Pisón. Foto: Familia sefardí norteafricana de los años del Protectorado
Empezó Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) con un tipo de narrativa de apariencia sencilla, que tocaba con levedad los asuntos; esa escritura minimalista era un gusto generalizado en los años 80. Ahí comenzó una carrera literaria que ha evolucionado mucho y que tiene una doble base. Por una parte, el análisis psicológico de conflictos centrados en ámbitos familiares. Por otra, una clara voluntad de insertar lo individual en lo colectivo con propósito de recreación histórica. En El tiempo de las mujeres contó la evolución hasta la madurez de tres hermanas en el marco de la Transición. En Enterrar a los muertos, para mí su mejor libro, tejió con los hilos de la historia real el asesinato por los comunistas en la guerra de un personaje real, José Robles, amigo y traductor de John dos Passos. La buena reputación viene a ser como la cristalización en una sola novela de ambos libros, o sea, de los dos impulsos que mueven la escritura actual y madura del aragonés: retoma de aquella -con la que podrían establecerse no pocos parecidos de fondo- el análisis minucioso de una deriva familiar y de la otra el interés por documentar una etapa del pasado español todavía cercano con fidelidad historiográfica.En La buena reputación, Martínez de Pisón sigue con puntillismo la trayectoria de un matrimonio, Samuel y Mercedes, él judío, ella gentil, y de sus descendientes, hijas y nietos, durante la pasada centuria casi entera. La historia arranca en la Melilla de preguerra y sigue por diversos lugares de la Península hasta fechas recientes. La parte melillense, antes y después del 36, resulta curiosa por rescatar el lugar de la minoría judía en el ambiente cerrado de la ciudad. Con tintas de auténtico dramatismo se refiere la persecución antisemita en el periodo en que el Protectorado dio paso a la independencia de Marruecos. Y ahí se incorpora con vivacidad el asunto del andar vagabundo secular de los israelitas y su inserción en las culturas donde han vivido añorantes de la cuna perdida. El paso de Samuel desde su tibieza religiosa y su pragmática complicidad con los golpistas españoles hasta el compromiso para salvar a sus correligionarios da de sí una novela independiente de trasfondo moral: se explayan conflictos éticos y dudas religiosas, y se acerca el autor al problema de la culpa con densidad psicoanalítica.
El planteamiento de La buena reputación como relato de exploración psicológica se revela en su misma estructura: se abre con las sorprendentes disposiciones testamentarias de una anciana, que se aclaran en los cinco bloques siguientes encabezados por el rótulo "novela de". Se refieren a Samuel y Mercedes, a Miriam, la hija, y a Elías y Daniel, los nietos. Todos comparten un semejante ahondamiento en almas con sus peculiares conflictos y del conjunto sale un retrato de la diversidad, retorcimiento, egoísmo, cálculo, desesperación y, en el fondo, maldad de nuestra especie, de la que se hace un diagnóstico muy negativo. Los sinsentidos, paradojas y frustraciones de esas vidas lo avalan y la obra trasmite una fuerte sensación pesimista. De alguna manera, la trayectoria familiar simboliza un camino sin retorno hacia la degradación espiritual y material. De mostrarlo se encarga la penetración en las turbulencias sentimentales y desajustes mentales de los personajes. El autor lleva a cabo este cometido creando unos tipos principales complejos, más algunos complementarios también de buena traza y uno secundario de gran originalidad y fuerza, una criada llamada Alegría.
Este bucle de historias individuales trenzadas en una conflictiva familia sigue un tratamiento literario convencional que recuerda aquellas viejas "novelas río" del gusto decimonónico que se dilatan a lo largo de varias generaciones. También las recuerdan el tradicional juego de descripción, narración y diálogo y la prolijidad anecdótica que da un relato de extensión oceánica. Las peripecias curiosas y la prosa fluida producen una lectura amena, aunque algo fatigosa. Carece La buena reputación de un criterio selectivo de materiales y se atiene a dicha forma del pasado con indiferencia de las múltiples conquistas, estructurales, estilísticas y expresivas, de la narrativa moderna.