Image: Muerte súbita

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Novela

Muerte súbita

Álvaro Enrigue

2 mayo, 2014 02:00

Álvaro Enrigue. Foto: Enrique Dalmau

Premio Herralde. Anagrama. Barcelona, 2013. 264 páginas, 17'90 euros

Un hipotético duelo al juego del tenis en el que se enfrentan en 1599 el pintor Caravaggio y el poeta Quevedo, en las pistas públicas de la romana Plaza Navona, articula una narración en la que el autor mexicano Álvaro Enrigue (Guadalajara, 1969), a propósito de este antiquísimo entretenimiento de caballeros, propone un habilidoso fresco ideológico-cultural de un siglo XVI tan brillante y genial como descarnado y cutre.

Se trata de un proto-tenis mucho más violento y peligroso que el actual, un juego de moda recogido en opiniones de escritores, obispos, sesudos tratados y diccionarios de autoridades, un deporte capaz de costarle la vida a Jean Rombaud, verdugo francés de Ana Bolena, que pretendió ascender en la corte del rey Francisco -como maestro de esgrima y tenis- gracias al hurto de las cotizadas trenzas de la reina transformadas en relleno de pelota. Enrigue se vale de una importante documentación y de un no menos abundante sentido del humor para enlazar tiempos, costumbres y culturas.

Quevedo y su infame amigo el duque de Osuna sirven para retratar un modo de ser español característico de aquella época: una fauna extendida de juerguistas, fanfarrones, apostadores, borrachos y pendencieros, de "lengua fácil y virilidad incontrolable", que representan con viveza el penoso estado moral de la nobleza española de aquel momento, arruinada en todos los sentidos. A veces las tropelías (asesinatos, huidas, arrestos) que quedan impunes, provocan en el autor la denuncia explícita: "En los países en que se habla español nunca le pasa nada a los dueños de grandes apellidos, a menos que se metan con gente de apellidos más grandes que los suyos".

Álvaro Enrigue escribe con el sano desparpajo de quien llama a las cosas por su nombre, pero su gusto por la caricatura no le impide tratar de matizar sin ensañarse, por ejemplo a la hora de analizar la figura de Hernán Cortés en su retiro, con sus claroscuros bien delineados y su peculiar carácter distanciado y austero, cuando el conquistador ya no era más aquel "ojo de una tormenta que se cernió durante veintiséis años sobre el Atlántico". El libro es más que el mero catálogo de curiosidades históricas de este mundo de palacios, canchas y burdeles. Conforme avanza la narración parece no querer conformarse el autor con la descripción y el divertimento ligero de un posible duelo de raqueta entre dos egos empatados en arrogancia. De ahí que Enrigue ahonde y tome postura en las complejos y difíciles matices de la Conquista del Nuevo Mundo.