Graciela Rodríguez Alonso

Letras y ciencias no siempre se han llevado bien pero, cuando se encuentran y se alían de forma desprejuiciada y con conocimiento de causa, el resultado merece la pena. Graciela Rodríguez Alonso (Santander, 1958) es licenciada en Biología y en Teoría de la Literatura y esa doble formación alienta su primera novela. El trazo oculto presenta un mundo, el nuestro, en el que el ser humano ha logrado dominar la naturaleza y gobernar la concepción. Podemos tener hijos a casi cualquier edad, sin pareja, sin necesidad de un padre y una madre. Así, Eva, Úrsula y Victoria harán todo lo posible por ser madres mientras Cordelia, nacida como resultado de la adopción de un embrión congelado, emprenderá la búsqueda de su identidad.

Una célebre y oportuna cita del Génesis abre El trazo oculto: "Tened fruto y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla". Hoy el imperativo divino, o la llamada a rebato de la naturaleza, se hace presente en mujeres cada vez más mayores, mujeres que superan los treinta, a las que el cuerpo no siempre responde como se espera y mujeres que han visto fracasar sus relaciones y prefieren lanzarse por su cuenta a la maternidad. Mujeres que trabajan y esperan, mujeres solas, mujeres que sufren. Y las que al final logran su objetivo, como relata Rodrígez Alonso, pasan el testigo de la búsqueda, la duda y la ansiedad por conocer a otras mujeres, sus hijas.

Con una prosa fría e hipnótica y un afilado dominio del oficio narrativo, Rodríguez Alonso recorre en estas páginas las estaciones de la cada vez más frecuente maternidad asistida, su laborioso desarrollo técnico y sus dilemas emocionales y éticos. Un viaje esperanzado que también puede convertirse en un via crucis. Las yermas de nuestros tiempos no están sentenciadas ni condenadas al drama, pueden cumplir su sueño. Pero, ¿cuál es el coste?, ¿cómo afecta el proceso?, ¿qué emociones desata?, ¿de qué manera transforma las vidas? Página a página, a medida que se desmadejan unas historias precisas y emocionantes, descubrimos cómo las milagrosas soluciones que proporciona la ciencia de hoy no arreglan, sin embargo, los corazones.