Elena Poniatowska. Foto: Alberto di Lolli
Lo más significativo de La "Flor de Lis" es el nombre de la autora que acompaña al título de la portada; es el de Elena Poniatowska (1932), mujer de biografía extraordinaria. Nació en París, aunque es mexicana de nacionalidad y descendiente directa del último rey de Polonia; se confiesa de pensamiento izquierdista y se manifiesta defensora activa de los derechos humanos; además, es periodista y ha sido galardonada con numerosos premios internacionales, entre ellos el Cervantes (2013). Poniatowska ha escrito novela, relato, cuento infantil, crónica, biografía y poesía, entre las que destacan Hasta no verte, Jesús mío (1969) y La piel del cielo (2001), ganadora del premio Alfaguara.La "Flor de Lis" no es su última obra aunque se publique ahora en una muy cuidada edición de Navona, sino que vio la luz en México en 1988. La novela, de claro corte autobiográfico, está protagonizada por Mariana, una niña que vive en París en un ambiente aristocrático hasta que su madre -Luz- huye a México tras la ocupación de la ciudad por los alemanes. Son tiempos de guerra y su padre -Casimiro-, de perfil incierto, está en el frente como oficial del ejército francés. La protagonista siente adoración por Luz, y vive una infancia acomodada junto a su hermana Sofía, rival, amiga y siempre cómplice. Ambas se desenvuelven en un mundo infantil lleno de canciones, rezos y una falta total de entendimiento con el universo adulto. La historia continúa con la narración del mundo familiar en México y relata el choque de culturas y de lenguas, la educación conservadora y la diferencia de clases.
A lo largo de toda la primera mitad, la novela discurre plácida, envuelta en un fino humor y centrada en la realidad de las niñas, pero enseguida aparece en escena el extraño sacerdote Jacques Teufel y todo se enrarece. Su presencia transforma el ambiente de la historia y el texto se torna oscuro, extraño y desconcertante. Los personajes se alteran, cambian y se desdibujan. Lo peor es que se pierde el orden, la estructura, el humor y ese ambiente amable que hacía agradable la lectura.
¿Lo mejor? La presencia de un narrador que mezcla las perspectivas infantil y adulta, y algunos hallazgos poéticos; también la descripción de la fortaleza de las mujeres, de la energía que imprimen a la vida las bajas clases sociales y de la devoción de Mariana por su madre -no siempre comprendida- que la hace crecer sola y que otorga credibilidad a la historia.