Image: Lucrecia Borgia. La hija del Papa

Image: Lucrecia Borgia. La hija del Papa

Novela

Lucrecia Borgia. La hija del Papa

Darío Fo

28 noviembre, 2014 01:00

Darío Fo, en sttugart,este año, junto al cuadro L'antico Carnevale di Venezia

Traducción de Carlos Gumpert. Siruela. Madrid, 2014. 274 pp., 19'95 euros. Ebook: 9'49 e.

El escritor italiano DarioFo (Sangiano, 1926) sigue comportándose a los ochenta y ocho años como un chico travieso. Lleva medio siglo burlándose de los poderosos de la tierra en sus peculiares obras de teatro, parodias cómicas de la vida, que le valieron el premio Nobel de 1997. Silvio Berlusconi ha sido uno de sus blancos políticos favoritos, mientras se declaraba admirador del no menos caótico Beppe Grillo, el Pablo Iglesias italiano. Nunca se encuentra a gusto en el punto medio, equilibrado. En esta primera novela mantiene su reputación de intelectual inconformista, pues ofrece una imagen de Lucrecia Borgia (1480-1519), la pop star de la historia universal, distinta a la que encontramos en los folletines literarios dedicados a fabular su vida o en una reciente serie de la televisión. Esta versión de tan icónica mujer resulta, digamos, mejorada.

La reescritura de la conocida historia ocurrida durante el Renacimiento busca a la persona tierna, cariñosa, y no se regodea en el sabroso escándalo de una figura acusada de ser la amante de su padre, nada menos que el valenciano Rodrigo Borgia, el Papa Alejandro VI (1431-1503), y de su poderoso hermano César. El pontífice y su tío, Calixto III (1378-1458), el primer Papa español, cuyas fiestas eran adornadas con mujeres gentiles, demuestran además de su libertinaje el desdén hacia la mujer, considerada como un instrumento para saciar sus deseos o para utilizarlas en maniobras políticas. "Lucrecia es sólo un paquete con pechos redondos y estupendas nalgas. Ah, se me olvidaba, también sus ojos estaban cargados de hechizo" (pág. 12). Observamos en la cita la retranca del narrador, que tras mencionar los pechos y las nalgas, se acuerda de los ojos hechiceros. En cierto modo, Fo evidencia la dificultad que le causa el contar las bondades de la joven mujer sin desviarse, pues evidentemente Lucrecia la hembra le resulta tentadora en esa forma anárquica en que le atraen los excesos de Grillo, aunque desde luego en su fuero interno admira seguramente el hechizo de una innovadora perspectiva política.

El lector irá apreciando poco a poco la riqueza del texto, del relato. Semejante en cierta medida a la de sus obras dramáticas. DarioFo conoce el teatro por dentro y por fuera, pues lo ha sido todo, autor, director, encargado de la escena, y su talento le llevó a producir obras como la presente, muy cercanas al cine, y no sólo por la abundancia de diálogos. Quien cuenta actúa como una especie de animador, de cirujano. Fo hace verdad lo que decía Walter Benjamin de que el arte moderno no depende del ritual, sino que lo abandonó para reproducir la realidad. Y es lo que quiere y consigue en esta obra. Deja atrás la visión ritual, la que siempre se ha ofrecido de Lucrecia de Borgia.

La acción ocurre en el Renacimiento, pero las riquezas de uno de los momentos artísticos más innovadores de la historia carece de protagonismo,figura como trasfondo, como decorado, precisamente porque Fo es Fo, el escritor que desdeña volver a los tópicos de siempre, a conocer la realidad por medio de la rutina psicológica. Los hechos que componen el argumento son similares a los novelados por sus predecesores, como Dumas, pero aquí el Papa no tiene relaciones con su hija. Alejandro VI, su padre, cuando asciende al trono de San Pedro, sí tiene una amante de catorce años. Tampoco su hermano César responde al tópico, aunque conserva su crueldad y astucia,pues rompe el matrimonio de Lucrecia con su primer marido, Giovanni Sforza,con quien se casó por cuestión de conveniencias, corriendo el rumor de que era impotente, y por ende el matrimonio se podía declarar nulo.

Los maridos de Lucrecia y sus amantes irán desapareciendo, incluido el gran humanista Pietro Bembo, con quien Lucrecia disfrutaba de la belleza del arte, de la literatura. Siempre caen en desgracia por ser como ella peones en el juego de poder, de tronos. Finalmente, cabe decir que esta novela debe leerse como un símbolo de las circunstancias socio-políticas del presente, de cómo la política humilla y ningunea a la persona.