Matías Néspolo. Foto: Santi Cogolludo
El planteamiento inicial de Con el sol en la boca resulta del todo despistante. La primera parte parece emparentada con las primitivas novelas de Marsé o García Hortelano que referían el desconcierto de una juventud acomodada e inútil. También podría, si reparamos en que Matías Néspolo (Buenos Aires, 1975) es argentino, sugerir una vaga asociación con el mundillo culto, letraherido, pedantuelo y sofisticado del Cortázar de Rayuela. Y es que esas páginas plasman el mucho parloteo vano de unos universitarios marcados por un fuerte sinsentido vital. En esa élite relacionada de forma excluyente con las letras y las artes (en la familia Schneider los padres son artistas plásticos y la hija flautista) se vive una sensación de hartazgo y fracaso, y uno de sus miembros, Tano, se ve en la huida a Brasil una quimérica liberación. Tal intento le obliga a cometer tropelías. Entre estas, el robo a su padre de un cuadro muy valioso que acarrea insospechadas consecuencias. El joven descubre un pasado turbio de inconfesables secretos privados y públicos.La segunda parte del libro abandona esta estampa costumbrista crítica de un grupito social selecto y se pasa a un duro examen de la condición humana. Ahora el relato culturalista adquiere tono de novela de suspense y, en cierto modo, de aventuras. En ella aparecen el ominoso pasado de la dictadura argentina, episodios inconfesables de la guerrilla, torturas, delaciones..., en suma, un envilecimiento moral que ha dejado huella imborrable en forma de disimulos, mentiras y corrupción impune. Acuciado Tano por el sentimiento de culpa sobrevenido al descubrir tanta podredumbre colectiva y familiar, intenta al final su sanación en una naturaleza virginal.
Ni mostrar el fanatismo ideológico ni pintar la degradación del alma constituyen a estas alturas originalidad temática. El mérito está en convertirlos en experiencia novedosa. Néspolo lo consigue con la suma de excelentes recursos. Parte de la clara voluntad de querer contar una historia interesante a cuyo servicio pone un argumento original, con hilos complejos bien anudados. Añade capacidad de observación psicológica que produce una materia humana de muy buena calidad; personajes hondos, variados, ricos en matices, bien concebidos y desarrollados. Y, además, cuida la composición y el estilo para que una peripecia en sí misma notable alcance también cualidad literaria. A este fin, el retrato grupal se hace con una mirada desde fuera mientras que la historia de mil vilezas avanza con un enfoque perspectivista que va agregando las noticias parciales y complementarias que aportan cada uno de los personajes y con las que se completa el trágico mosaico recreado. A todo ello debe añadirse un admirable manejo de la lengua. Néspolo lleva a cabo un arriesgado cambio de registro que pasa de una prosa de oraciones independientes y nominales en la primera parte a los discursos subordinativos que reflejan la complejidad mental en la otra parte.
La aleación de una historia humana profunda y dura, de una peripecia interesante y de una forma ejecutada con creatividad y absoluto rigor convierten Con el sol en la boca en una magnífica novela destinada a un lector exigente.