Premio Ramón Llul. Traducción de Josep Escarré. Planeta, 2015. 325 páginas, 21'50€

No por reiteradas, ciertas fórmulas de la novela de consumo pierden validez o interés si existe un escritor consciente de que no siempre en el oficio se va - ni interesa ir- hacia lo sublime cada vez que se da algo a la imprenta. Existen ciertos códigos en la narrativa romántica que configuran un campo de acción, una nomenclatura donde se puede tender hacia la perfección relativa o hacia el pastiche edulcorado; todo depende de la madera del autor. Lo que propone Xavier Bosch (Barcelona, 1967) en Alguien como tú es precisamente un uso canónico de los ingredientes de este tipo de escritura que, si se tratan con ciencia, sobrepasan el mero entretenimiento y dejan en el lector un regusto feliz en el ánima.



El novelista formula una sencilla trama que, por la mera simplicidad, logra los efectos deseados. Gina, a través de una serie de casualidades poco verosímiles, empieza a indagar en una zona desconocida del pasado de su madre Paulina y de unos días apasionados -y silenciados y definitorios- que pasó en París al calor de un romance efímero con un galerista de la rive gauche, Jean -Pierre Zanardi, ese empalagoso galán de manual que al cabo nos mueve a la ternura. El escritor barcelonés sabe que cae en el efectismo de los romances ideales, pero en ese equilibrio entre una novela sólida y el sentimentalismo es donde reside la principal virtud de un libro que tiene la virtud agradecida de lo simple. La trama principia con una serie de casualidades que serán la que pongan a Gina tras las andanzas de su madre en aquellos días parisinos que cambiarían definitivamente su vida. Alguien como tú ni brilla ni decae: se basta en ser ‘entretenida' sin más pretensión.