Patrick Modiano. Foto: Archivo
El anuncio de la concesión del premio Nobel de Literatura (2014) a Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) le convirtió de la noche a la mañana en una celebridad. Muchos críticos europeos, los que viven atrapados en la burbuja comercial, se preguntaban quién era este señor, porque desconocían su obra. Hoy uno puede darse un paseo guiado por el París de Modiano, los lugares donde se sitúan sus novelas, el barrio Latino y Saint Germain de Prés. En éste último barrio vive el autor. Tan especial galardón alegró a cuantos gustan de una literatura mundana, repleta de finas y agudas observaciones sobre los procesos mentales de los personajes. El lector reconoce en los textos del francés cuatro grandes maestros: Stendhal, Paul Bourget, Marcel Proust y Jean Paul Sartre. De los tres primeros aprendió a profundizar en el sentir de las personas mediante la observación psicológica; de Sartre, el compromiso social. Lo más suyo es un estilo narrativo único, personal. Relata usando las palabras justas para decir con precisión. Su magia verbal carece de fuegos artificiales. Así como hay estilos grandilocuentes que enervan nuestros sentidos, la música lenta del suyo nos tranquiliza.Para que no te pierdas en el barrio se puso a la venta en Francia un mes antes de que el autor recibiera el Nobel. Se sumaba a una serie de textos suyos bastante parecidos entre sí, porque ocurren en los mismos lugares, en un tiempo común, el París de la postguerra. La sorpresa para el lector es que se trata de una verdadera novela de suspense, cuyo misterio no se desvelará hasta el mismo final. Modiano crea siempre personajes, personas, que viven en unas circunstancias peculiares, anteriores a la edad del consumismo, guiadas por un reloj propio. El protagonista en este caso es un escritor mayor, Jean Daragane, que vive encerrado en su piso vegetando, y cuya única distracción es un libro, la Historia natural, de Buffon. Esta lectura le atrae por la precisión expresiva del célebre científico del XVIII.
Hasta que un día recibe una llamada telefónica desconcertante. Un extraño joven, un tal Gilles Otollini, le comunica que ha encontrado en la Gare de Lyon su libreta de direcciones, que en efecto Daragane había perdido hacía un mes durante un viaje a la Costa Azul. Y el sujeto añade que hojeándola se encontró con el nombre de un tal Guy Torstel, una persona de la que desea saber más. Daragane reacciona con recelo, pues no recuerda ni el nombre ni a la persona. El argumento se complica, ocurre como con el París de Modiano, bajo la apariencia corriente y tranquila de sus calles familiares, conocidas, que se parecen a las de los barrios burgueses de Madrid o Barcelona, percibimos otra vida oculta, un pasado, quizás lleno de sucesos inquietantes.
Poco a poco la trama se hace más densa. Otollini insiste en que se vean, y en sus palabras asoma un cierto deje de amenaza. Durante el encuentro, Otollini está acompañado por una joven misteriosa, Chantal Grippay. A continuación, en otra llamada, Otillini añade el dato de que en la primera novela de Daragane, La negrura del verano, aparece mencionado ese Torstel del que no se acuerda. El asunto sigue complicándose con un dossier policial donde se habla de un asesinato, en el que está envuelto precisamente el tal Torstel. La trama se enreda al modo de una novela de detectives al tiempo que penetra por recovecos de la vida del pasado del autor, y enseguida queda claro que el narrador no busca aclarar los contornos de los personajes, sino decirnos cosas inconcretas de ellos, como las que aprendemos de otros en el mundo real. Hace verdadero lo que dice la cita que encabeza el texto: "No puedo aportar la realidad de los hechos, sólo puedo ofrecer su sombra" (Stendhal).
Otro aspecto fundamental del relato refleja el mensaje de la obra, que no importa el tiempo transcurrido, aunque nos hallamos olvidado de las gentes que conocimos en el ayer, éstas siguen teniendo importancia. Aunque los respectivos caminos de la vida continuaron en paralelo, aquel encuentro pasado los suele marcar para siempre.