Juan Aparicio Belmonte. Foto: Sabina Aparicio
Aquí puedes leer las primeras páginas de Ante todo criminal
Y también es un discurso sin pedantería acerca de las relaciones entre los relatos (literarios o institucionales) y la 'realidad', la segunda condicionada, o creada, por los primeros: "los relatos, te lo aseguro, no cubren necesidades sino que las generan", dice un personaje; "la manera en que uno se inventa la realidad, el modo en que uno le da sentido, genera a su vez más realidad", insiste otro más adelante. Entre los golpes brillantes de Ante todo criminal, hay uno particularmente feliz al principio de la narración: un marido infiel que empieza a recelar de su esposa decide contratar a un detective... Para que lo investigue a él mismo. Pero una investigación supone una escritura: de la identificación entre novelista y detective surgen las catedrales narrativas de Ricardo Piglia y también esta gamberrada belmontil, sin duda de alcance menor, pero a ratos muy ingeniosa. Un entretenimiento, sí, pero miren qué pedigrí asoma.
La ocurrencia del autoespionaje abre la veda en la guerra contra el cliché que sostiene el libro, un combate cuerpo a cuerpo que obliga al autor a incorporarlos para desactivarlos. No voy a desvelar la trama de Ante todo criminal, pero sí algunas pinceladas: una comisaria de la Policía Nacional, la reincidente Sara Lago, milf de manual, convencida de que un novelista ha descrito su propio crimen impune en una de sus obras; un encargo para investigar la historia izquierdista del Real Madrid, conspiranoicamente enterrada por el poder; un millonario asesinado; un tipo que cecea; un imperio del narcotráfico; un escritor que hace de camello, etc. Todos estos elementos permiten al autor dibujar un país bastante ridículo, corrupto, en el que la Audiencia Nacional deja un reguero de polvo blanco y las urbanizaciones marbellíes mantienen vigente su tronío metafórico. Y en la estructura fundamental del libro, insistamos, opera siempre un juego de espejos entre realidad y ficción que obliga al lector a mantener cierto grado de disposición investigadora.
La función paródica del libro se cumple a la perfección, lo mismo que la vocación de sátira social, convirtiendo (o detectando) situaciones californianas en sainetes castizos sin despeinarse. Ojo a las figuras de los escritores, retratados como parásitos y/o egóticos, peores cuanto más consagrados. Las relaciones de pareja reciben de lo lindo: al parecer, penden de la salud de sus gatos. La maternidad es objeto de cuestionamiento, al menos lo suficiente como para resultar una pequeña provocación. Y todos estos temas se van alternando en una doble trama indudablemente divertida, que incluye un twist final de los que dividen al público, soliviantan a la crítica, y le arrancan una sonrisa al autor-timador-con-gracia.
Coherente con la trayectoria de Juan Aparicio Belmonte y con su anterior Un amigo en la ciudad, eficaz en todo lo que se propone pero sobre todo en su velocidad de screwball comedy intoxicada, Ante todo criminal es lúdica y autoconsciente en sus burlas hacia la autoficción, la metaficción, etc... Ironía de la ironía: seguro que uno se ríe con ella, y luego ya veremos. A fin de cuentas, como dice su protagonista en un momento dado, "¿quién se toma en serio una novela? […] Los que leen mucho, como el Quijote, y los que no leen nada". Claro que yo, ciertamente, leo bastante.