Donna Leon. Foto: DPA

Traducción de Maya Figueroa. Seix Barral, Barcelona, 2016. 333 páginas, 18'50€, Ebook: 12'34€

Los amantes del noir devotos de Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) saben bien que sus novelas de la serie Brunetti son como las estancias de un viejo palacio veneciano, acogedoras de tan familiares, ya sea por el olor de la cocina guisada en cada entrega por Paola, la mujer del comisario, por las discusiones de sus hijos, por personajes como la secretaria Elettra o el mezquino Scarpa, y por las reflexiones y descubrimientos del propio Brunetti sobre la inmigración ilegal, la destrucción de la ciudad, la corrupción o la maldad.



Las aguas de la eterna juventud acentúa esa sensación de estar en casa entre sus páginas, quizá porque lo que Brunetti debe investigar no es un asesinato sino un extraño accidente ocurrido quince años atrás y que convirtió a una joven de espléndida familia y mejor futuro en niña eterna por las lesiones cerebrales sufridas. Sólo la muerte (en la página 220 de la novela nada menos) de Pietro Cavanis, único testigo del incidente un día antes de su cita con el comisario para desvelarle lo poco que su alcoholismo le permite recordar, logrará que se desenmadeje un enredo en el que la hipocresía, una incompetencia policial inverosímil y la maldad son algo más que cómplices. 25 entrega de la serie Brunetti, esta novela confirma que Leon siente cada vez menos inclinación a lo truculento, mientras narra la muerte de la ciudad que ama, Venecia, auténtica principessa de la serie.