Pablo Ramos. Foto: Malpaso
Elegir una sola voz y la forma del monólogo para el recuento vital que hace María, la madre sexagenaria protagonista de esta novela, ya es asumir un riesgo inicial notable. Uno piensa de antemano que alcanzar la excelencia inusual de Cinco horas con Mario o la genialidad del príncipe Saurau en el Trastorno de Bernhard, está reservado a unos pocos. Pablo Ramos (Buenos Aires, 1966) no elude el peligro de que su narración pudiera ser monótona o agotadora para el lector, pero su apuesta funciona, pues el paso de las páginas hace que los muchos planos en que se interna la memoria de esta mujer llenen el texto de cercanía, calidez y vida.Quizá el autor tenía detrás un buen aprendizaje, pues sobre la minucia de las relaciones familiares pivotaban sus dos anteriores trabajos: El origen de la tristeza y La ley de la ferocidad. Tumbada en su cama, desvelada antes del amanecer, María (madre de cuatro hijos y abuela de cinco nietos) se va concediendo -mientras su marido duerme al lado- cinco minutos más, antes de levantarse. Es el tiempo en el que desgrana su vida, el registro de sus recuerdos, percepciones, quejas... Desde los años de juventud y peronismo hasta el declive que llega con la crisis económica, el desgaste matrimonial, el peso de los años, la conciencia de la imperfección propia y la dolorosa renuncia a otro tipo de vida... seguimos las vicisitudes del joven matrimonio, la lucha por salir adelante. Sabemos de las enfermedades infantiles, de una suegra odiosa de origen siciliano, o de un camping en el que ocurrió algo que lo modificó todo. También de un intento de fuga, porque sostenerse y soportar con entereza toda una existencia siendo mediadora y piedra de apoyo de toda una familia, sólo está a la altura de héroes o heroínas. El marido es "este hombre" y ella, una esposa desencantada, que lo juzga en sus carencias y a la vez trata de ser justa y de reconocer lo bueno que hubo en él, o el hecho de ser de verdad el amor de su vida.
Pero el texto nos habla sobre todo de Gabriel, el hijo amado, frágil, que no se entiende con el padre y que una y otra vez cae en la droga, pese a su brillantez o a su buen corazón. El libro es también el homenaje a algunos que se fueron, el querido padre, cantante de tangos, o el valiente tío Héctor, pero también la evocación admirada de algunos hombres honestos y de palabra que dejaron huella. Es un testimonio hermoso, vibrante e intenso, en el que esta voz femenina también seduce con su humor y con la libertad de sus fantasías, una historia que sólo se permite una cierta deriva ternurista en los compases finales, sin que el conjunto pierda su solidez y su fuerza.