Jorge Volpi. Foto: Archivo
En Las elegidas, Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) se sirve del verso para construir una ficción basada en la historia real del clan de los hermanos Salazar Juárez, que se dedicaba al tráfico de mujeres entre Tijuana y San Ysidro y fue desarticulado en 2001… Para ser sucedido por otros. La ficción de Volpi, breve y rítmica, contiene todos los elementos previsibles cuando se trata un mundo sórdido como ese: hay traiciones de subordinados, socios y familiares; hay violencia y crudeza, tiroteos y ejecuciones despiadadas; hay una inacabable corriente de misoginia que cuaja en la imagen de "un reguero de semen y un cementerio de condones". Todo está convenientemente cubierto de polvo y sangre, como marca el canon.Porque ese canon existe, y no hablo de Bolaño. La violencia en México y en la frontera ha sido espectacularizada, estilizada y hasta popularizada fuera del país por varios caminos paralelos, especialmente el cine de gran estudio y las formas más desustanciadas de narcocorrido (un fenómeno más complejo de lo que conocen los espectadores de series norteamericanas, como Breaking bad); por eso, que Volpi haya decidido contar una historia de violencia fronteriza en verso, salteada con referencias al lenguaje cinematográfico ("trávelin", "plano secuencia"…), es algo que podría rozar el cliché. A menos que sea consciente de ello, deliberado en esa elección formal, cosa más que probable sabiendo que antes de este libro Volpi ya trató el mismo tema en el libreto de una ópera titulada Cuatro corridos, otra variable de cruce entre dos géneros antagónicos. O a menos que la apuesta estilística acabe teniendo una delicadeza que corrija y matice la ‘espectacularidad' del asunto, y también esto ocurre en Las elegidas, cuyo texto es menos explícito que compasivo, e incluso llega a hablar de lo que está narrando como show con ironía explícita. Porque lo que no hay en esta aproximación de Volpi a la prostitución y el asesinato es frivolidad.
Conviene aclarar que, de hecho, Las elegidas no es un narcocorrido, y eso a pesar de que en cierto modo la mujer aparece convertida en algo muy parecido a una droga que se consume, se compra, se vende o se excreta si sobra (la idea la ha desarrollado excelentemente Jesús Briseño en un artículo publicado por Estepario). La gran piedra de toque de Volpi es el Génesis bíblico, citado en la apertura del libro y que da la medida estilística y metafórica del conjunto: el camino hacia una tierra prometida, la prueba de fe del sacrificio de Isaac, el peso casi antediluviano del estigma de la violencia y el sometimiento de la mujer… Los versos que tejen este conjunto oscilan entre la intimidad psicológica y las panorámicas casi sublimadas en clave profética, entre la intensión y la extensión, entre la imaginería y la narración. Por cierto, no deja de ser llamativo que otro libro de temática próxima publicado este año, Las tierras arrasadas de Emiliano Monge, recurra (pese a sus muchas y definitivas diferencias) a un tono igualmente oscilante entre lo sacro, lo poético y lo alegórico, siendo encabezado por una cita que habla de Dioses y estando cuajado desde el mismo título de alusiones a una tierra y una luz yermas, hechas de muerte. En Las elegidas, se habla de un "cielo infecundo" y una "tierra estéril", que es lo que pasa cuando se la arrasa. En contraste, la novela-canto está atravesada por una obsesión por la descendencia y la paternidad, que se acaba revelando inútil. En cuanto a la comparación entre libros, si el lector quiere establecer jerarquía, el de Monge me parece capital.
Las elegidas, "historia tlaxtalteca", está marcado por un fatalismo evidente. Arranca con la apelación a un principio de los tiempos atávico, y se cierra con esta sentencia funeraria: "de las demás mujeres de los campos / nadie ha vuelto a ocuparse". Sus personajes sobreviven en una cadena trófica de traiciones que de vez en cuando permite que una víctima se convierta en verdugo. En caso contrario, muere o es desterrada a una marginalidad de dimensiones siderales e irrevocables. Redención, no hay. Comprensión, tampoco. Lo más parecido a una figura heroica queda encarnado en una mujer policía, "hembra morocha, / latina, recia, dispuesta a jugársela", cuyo éxito será sin embargo muy limitado, incapaz: las elegidas, "niñas olvidadas", no disponen de un camino de regreso en un entorno dispuesto a culparlas por ser víctimas.
Eficaz como versificador y delicado en la medida que exige el tema que se trae entre manos, sin regodeo en los detalles más crudos, Volpi entrega un libro al que probablemente le falte algún pasaje o logro memorable, y que ronda varias veces el tópico, pero que en definitiva se sostiene con solidez y representa una aproximación valiosa a ese horizonte americano que "emerge como una cicatriz o una frontera".