Anna
Niccolò Ammaniti
30 septiembre, 2016 02:00Niccolò Ammaniti. Foto: Archivo
De Niccolo Ammaniti (Roma, 1966) se ha dicho que es uno de los grandes talentos de su generación. Y el juicio no puede ser más acertado. En otras obras del autor los adolescentes ya aparecían como la única esperanza de futuro en un mundo degenerado, deslizándose sin freno hacia un final definitivo.En Anna, la fantasía del apocalipsis es llevada a sus penúltimas consecuencias. Porque en esta fabulación de una sociedad distópica, el tremendismo de algunas escenas, la crueldad y la desesperación crecerán capítulo a capítulo configurando una alegoría sobre la naturaleza de la ética individual. ¿Pueden unas masas de niños y preadolescentes, abandonados entre ruinas sin la autoridad adulta, construir un orden que no esté degradado y encallecido por la supervivencia inmediata?
Pocos autores, y uno sin duda es Ammaniti, podrían haber contado esta historia, introduciendo la experiencia de la ternura en un mundo enfermo y desnaturalizado. Junto a episodios truculentos, personajes feroces y situaciones límite, se impregna en esta trama otra corriente más solidaria: la de dos hermanos y un amigo, que tratan de sobrevivir juntos y defenderse entre sí. Les sigue un perro con siete vidas, incrustado, catástrofe tras catástrofe, en el extraño y desesperado trío.
El narrador se vale de una epidemia de grandes dimensiones, un virus letal, que produce una enfermedad llamada "la roja", extendido por el planeta, matando en poco tiempo a los adultos, para dejar vivos a los niños, que lo incuban pero a quienes no les afectará hasta que alcancen la pubertad.
En una Sicilia devastada, Anna, la niña protagonista, de trece años, emprende un viaje con su hermano pequeño, Astor, a través de esa tierra sin ley, donde hay que luchar contra dificultades prácticas y también medirse a crueles bandas de maleantes, niños como ellos, con la idea de llegar a Messina, cruzar el estrecho y alcanzar el continente, donde la protagonista tiene la esperanza de que los "mayores" hayan encontrado un modo de sobrevivir a la epidemia.La fantasía del apocalipsis es llevada a sus penúltimas consecuencias. El tremendismo Y la desesperación crecerán
Resolver las muchas escenas en las que los pequeños protagonistas se enfrentan a la muerte de sus padres y seres queridos, no es una tarea que un escritor pueda afrontar sin caer en el peligro del patetismo o el tremendismo. El italiano, sin embargo, se levanta sobre esos peligros y nos deja suspendidos en lo poético: crea un espacio aparte, un territorio literario, modelado a partir del lenguaje absurdo o creativo de los niños, para salvar el horror de una realidad que no se podría afrontar de otro modo, salvo que se recurriese a un gore desenfrenado.
Anna y su amigo Pietro se encargarán de los cadáveres de los suyos con los procedimientos más extravagantes. Pasado el tiempo, el misterio de la muerte, se convierte en un alarde de imaginación.
Novela, pues, de ciencia ficción, pero también de aventuras y de iniciación, con claras influencias de El señor de las moscas, de William Golding. La perspectiva de la voz narradora consigue que siempre veamos el derrumbamiento del mundo desde la mirada de los niños. Esa pericia del autor hace que una cierta ingenuidad, y también un nivel de juego y sueño esperanzado, asomen constantemente en el relato, aligerándolo del dramatismo de fondo.
La construcción del suspense ha sido realizada con secuencias que a veces se quedan paralizadas por un oportuno flash-back, transición al pasado que amplia y explica el momento presente. Anna, la protagonista, es la fuerza motora de este viaje hacia una posible salvación. Una muchacha fuerte y reflexiva, dotada de un audaz sentido común y armada con algunos consejos que le dejó su madre. Anna es la parábola de una ética posible en un mundo que se hunde y se desmorona.