Europa
Cristina Cerrada
19 mayo, 2017 02:00Cristina Cerrada
En general, la literatura de Cristina Cerrada (Madrid, 1970), por lo que conozco de su obra, da una visión bastante dramática de la vida y tiende a presentar un mundo duro, implacable, tanto en las relaciones personales como en su dimensión colectiva. Su escritura responde a un enfoque ético severo de la existencia. Cualquiera que sea la medida en que estos rasgos describan su trabajo literario, sí aparecen llevados al extremo en Europa.La peripecia de la novela es mínima, y con pocos detalles específicos. Una familia (los padres y sus dos hijos) huye de una guerra y se refugia, tras pasar tres fronteras, en otro país donde comienza una nueva vida y en el que coincide con varios expatriados. La anécdota se vuelca en tratar la condición de refugiado, en ahondar en las heridas del desarraigo y en la nostalgia de la patria abandonada y, a través del falso final feliz, en evidenciar el insufrible precio que exige afrontar el futuro.
Cerrada restringe al máximo lo noticioso. Solo ofrece solo unas escuetas noticias de las causas que forzaron el exilio. Algo mayores son los datos sobre el país de acogida: dificultades para encontrar trabajo, abusos de un patrón despótico, huelga, represión policial, un asesinato enigmático y alguna relación sentimental. No se dice el nombre de ninguno de los dos países ni se precisa de qué guerra se trata. La onomástica de los personajes (Pamuk, Vanÿek, Knopf, Ibett, Schultz, Tobbías, Mishca, Ulrje, Piotr), permite pensar en los Balcanes o en el este europeo. Lo único seguro es que un conflicto étnico ha causado la tragedia de la patria originaria, raíz además del problema de Europa y "de la decadencia de [su] sistema".
Europa se convierte, pues, en el difuso escenario espectral del libro donde Cerrada emplaza un relato simbólico. Lo construye de un modo bastante expresionista en el que utiliza elementos oníricos y visionarios que conjuga además con apuntes realistas de varias violencias y de conflictividad social. Todo ello se sostiene sobre una ideación global más poemática que narrativa, lo cual determina los rasgos principales de la forma y el estilo: capítulos minimalistas y sintaxis cortante con predominio de oraciones independientes y nominales. Más un presunto lirismo que abusa de palabras huecas y confunde la imagen creativa con la arbitrariedad semántica (un solo ejemplo: "La zahúrda lóbrega como la boca húmeda de un dios menor la engulló").
El resultado es una exigencia excesiva para el lector, que debe esforzarse en identificar los contenidos y en ponerle carne a las continuadas alusiones y elusiones. Sugerir sin especificar está bien, siempre que no se convierta en una competición de obstáculos. A pesar de tal menosprecio (quizás solo desatención) de la comunicabilidad directa, Europa posee una gran intensidad emotiva. Ello se debe no a la escritura sino al sólido fondo moral que la impulsa y que se salda en una revulsiva denuncia.
Cristina Cerrada siente en lo más hondo la injusticia y la brutalidad, la ferocidad del poder, el terror de la guerra, el totalitarismo, la sinrazón étnica, en suma, la vulnerabilidad humana. Con esos mimbres teje una conmovedora representación, tan cálida como dramática o tan tierna como dura, del desamparo.