Olivier Rolin
Olivier Rolin (Boulogne-Billancourt, 1947) saltó a la fama literaria en 1993, con La invención del mundo, que aquí publicó doce años después Reverso Ediciones. Era una novela desmesurada en la que, utilizando el material de 491 diarios escritos en 31 idiomas, el escritor relataba los acontecimientos de un único día: el 21 de marzo de 1989. El debate en Francia llegó a versar sobre si al libro se le podía llamar novela, o en cambio era solo un alarde documental y estilístico sin entidad literaria real. Hubo muchos que consideraron que el libro venía a renovar la narrativa francesa, ya entonces aquejada de ese "decadentismo" que abandera hoy Houellebecq. Desde entonces Rolin ha escrito otras novelas y decenas de libros de viaje, reportajes y ensayos.En La invención del mundo, en todo caso, ya era notable una ambición que, si bien aquí, en El meteorólogo, no se repite, comunica ambas novelas -y otras del autor- por la vía de la acumulación. El traductor de El meteorólogo, Miguel Aguayo, logra volcar al español la prosa ágil, sobrecargada, de Rolin, que nunca da respiro al lector. Aunque esa sensación de abigarramiento se logra no sólo por el estilo de Rolin, sino también por el gran volumen de información proporcionada en cada página, otra de las marcas de fábrica del autor. Aquí hay tanta información sobre la maquinaria soviética -hasta sus extremos más absurdos: ¡poner las nubes al servicio de la construcción del socialismo!- como sobre meteorología. Esto hará que disfrute de la novela el interesado en el armazón ideológico y burocrático de la URSS, el comunismo carnívoro, las purgas de Stalin, el entusiasmo científico o las grandes hambrunas.
La historia de Alekséi Feodósievich Vangengheim, viejo y leal revolucionario represaliado por el zarismo, podría ser una de tantas: como meteorólogo, su misión era elaborar predicciones para el territorio soviético. Y hacerlo en un mundo en el que el pasado había sido abolido, el presente cambiaba cada día y lo único seguro era el porvenir: la consecución de la utopía socialista. En 1934, Vangengheim cayó en desgracia y lo encerraron en un campo de trabajo, desde donde se escribió durante tres años con su familia. En 1937 se interrumpe la correspondencia, y la familia de Vagengheim pierde su rastro. De esas cartas, reales, parte Rolin para construir esta conmovedora novela-reportaje, un testimonio sobre el pasado que vale como prevención para las tentaciones utópicas del presente.