Image: El hombre que se creía Vicente Rojo

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Novela

El hombre que se creía Vicente Rojo

Sònia Hernández

8 septiembre, 2017 02:00

Sònia Hernández. Foto: R. Vísperas

Acantilado. Barcelona, 2017. 139 páginas, 16 €

Desde su primera novela ha dado Sònia Hernández (Tarrassa, 1976) la grata impresión de ser una escritora que va a su aire con un mundo propio ajeno a las influencias del medio ambiente literario. El hombre que se creía Vicente Rojo revalida esa sensación. Frente a las reticencias actuales sobre la novela que cuenta una buena historia, Hernández presenta una trama nítida y directa. Refiere la vida de una mujer confusa, en edad madura, divorciada, con cuya hija, Berta, no se entiende, de aspecto descuidado y exceso de peso; una mujer común que duda de su capacidad profesional y no sabe cómo orientar su existencia. La anécdota produce en su conjunto un efecto absoluto de realismo, de algo casi corriente. El estilo sencillo, cuidadoso de que el lenguaje no interfiera en lo narrado, exacto, limpio de retórica, que huye de llamar la atención sobre sí mismo, proporciona un intenso efecto verista.

Esta anécdota cotidiana es, sin embargo, paradójica y se convierte en un señuelo argumental. La novela se interroga justo acerca de lo contrario, de las apariencias y del valor de la representación realista del mundo y, en último extremo, cuestiona el realismo como medio para recrear la vida. Los personajes inciden en este sentido. La protagonista no está muy segura de lo que vive. Berta padece prosopagnosia, un fenómeno visual que impide reconocer los rostros. Y un tercer personaje es un falsario que se cree el artista hispano-mexicano Vicente Rojo. Los tres apuntan, pues, problemas de identidad y, además, se mueven en un ámbito, el del arte y la literatura, cuyo reto reside precisamente en su capacidad para captar la verdad. De este modo, la historia cotidiana se espesa con cuestiones complejas: los límites entre verdad y ficción, el heterónimo, la suplantación de la vida real, el desacuerdo entre lo percibido y lo cierto o el desarraigo del exilio.

Tal gavilla de asuntos requiere la novela culta que leemos, llena de referencias a creadores y escritores, pero que no son indigestión culturalista porque se integran con naturalidad en la problemática entrañada de la protagonista. Sònia Hernández percibe el mundo como algo extraño y enigmático, y la novela se aplica a recrear esa percepción evitando parafernalias especulativas. Al contrario, la autora elige exponer esa vivencia por medio de la confesión cordial de una mujer desconcertada que cuenta sus incertidumbres como quien relata una historia de superación personal en la que ha conseguido dejar atrás los miedos que la paralizaban. Hacer que la protagonista ventile su alma traumatizada con sencillez y veracidad es el gran acierto de esta novela intelectual con una carga humana cálida y viva.