Clara Sánchez. Foto: Arduino Vannucchi

Planeta. Barcelona, 2019. 384 páginas. 20,50 €. Ebook: 12,99 €

No hay duda del compromiso de Clara Sánchez (Guadalajara, 1955) con una fórmula de éxito que han reconocido los premios Alfaguara (Últimas noticias del paraíso, 2000), Nadal (Lo que esconde tu nombre, 2010) y Planeta (El cielo ha vuelto, 2013), junto a un lector fiel que encuentra en sus páginas el acierto de una combinación que logra dosificar acción, intriga y entretenimiento sin esquivar un calculado entramado emocional sobre el que discurre una trama ideada para albergar cierta trascendencia. Sobre ella acostumbra a asentar los pilares de historias que dialogan entre sí a través de guiños en la ambientación, el perfil de sus personajes, la trastienda argumental y los recursos con que las arropa. No es fácil combinar estos ingredientes sin que dicha fórmula se resienta, y en ese sentido es obligado reconocer su habilidad sin dejar de lanzar un reproche sobre la tendencia a reiterar recursos que le garantizan lectores, y sin avanzar que estos aplaudirían algún tipo de riesgo en apuestas que le permitirían crecer en el territorio de la ficción.



A pesar de no ahondar en personajes y situaciones, la autora sabe contar una historia y mimarla

El amante silencioso, su último título, sirve para constatar lo dicho. El eje de la intriga es aquí el poder de la manipulación, planteado desde un tema interesante: jóvenes inestables que necesitan de miedos inevitables o de carencias afectivas y acaban alojando su inseguridad en una secta, al amparo de un líder (“Maína”, en este caso) que tome todas las decisiones por ellos y termine por conseguir que se abandonen a una vida pensada por otro. Este es el caso de Ezequiel, un madrileño de 24 años abducido por un grupo llamado “Orden Humanitaria”, radicado en África. Su familia ha perdido el contacto con él y a través del psicólogo de una Asociación de Víctimas buscan la ayuda de Isabel, una joven capaz de empatizar con la situación porque su hermano fue víctima de una experiencia similar de la que ella todavía no se ha recuperado. Su misión (desencadenante de la acción) consiste en viajar a Kenia simulando ser fotógrafa free lance para conseguir un reportaje sobre Parques Nacionales para contactar con él.



Desde las voces de estos dos personajes, que alternan su discurso y su perspectiva del proceso que condujo a uno y otro hasta allí y de lo que suceda en adelante, avanzamos por la historia como por una novela de viajes y aventuras a través de “un país engañoso”, ambientada con datos, y múltiples personajes cuyos perfiles tienen plena correspondencia con la realidad. Y sí: la trama es ambiciosa, se apoya en exceso en recursos repetidos, entrelaza enigmas que amplían su sentido en diferentes direcciones (que no adelantaremos, pues sería desvelar parte de su atractivo) y la obligan a avanzar sin ocasión de ahondar en personajes, acciones y situaciones. Pero la autora es una gran recreadora de mundos, y sabe contar una historia y adornarla y mimarla. Que no es poco.