Cinco años después de obtener el premio Euskadi de Plata se publica la traducción al castellano de X ha muerto, segunda novela de Alaine Agirre (Bermeo, 1990). Se trata de una suerte de monólogo de amor desencajado y roto tras la muerte (o no) del marido de la protagonista, cuya voz clama a lo largo de todo el libro “oscura de puro miedo”.
Desde las primeras páginas, en relatos entrecortados, a veces casi aforísticos, Agirre desgrana una enloquecida historia de celos y pasión que hace que la joven viuda recuerde su terror cada vez que X se iba de viaje o simplemente cogía el coche para ir a trabajar, imaginando terroríficos accidentes mortales. Ahora le añora con desesperación mientras se desvanece su olor, su rostro, su misma voz, que suena deformada en vídeos y guasaps.
Su obsesión llega a extremos que bordean la humorada y el patetismo (como en el episodio del supermercado y la mujer trasplantada que ha recibido el corazón del difunto o cuando la protagonista devora la sección de esquelas buscando el nombre de X, aunque él estuviera a su lado, desayunando), en una indagación sobre el amor y la ausencia, la realidad y el delirio, hecha de sombras y dudas. Porque, ¿realmente X ha muerto? El relato desmonta muchas certezas pero reafirma una esencial: la de que Agirre es una joven narradora que dará que hablar.