'Membrana', un vanguardista y aburrido alegato contra la deshumanización
A pesar de su originalidad, la novela de Jorge Carrión queda lastrada por el intelectualismo y la falta de contenido narrativo
1 noviembre, 2021 09:59Desconozco la actitud mental de Jorge Carrión (Tarragona, 1976) para convertir en materia literaria su percepción del mundo. Pero me parece, a la vista de Membrana, que consiste en algo parecido a lo siguiente. Distingue la vida como una masa informe de manifestaciones bastante anárquicas y busca la manera de representarla mediante una compleja red de datos e impresiones que adquieren dimensión abstracta. En consecuencia arma un artefacto narrativo que ilustra esa imagen personal con alcance intemporal y planetario. Su glosa se dilata en esta nueva obra por el pasado, desde los remotos tiempos que alumbraron el mito, y hasta el futuro, saturado de imaginería fantacientífica.
Carrión le pone nombre propio a tal imagen, la “membrana” que sirve de título a la novela. Qué es dicha entelequia no queda muy claro porque, sin descartar las limitadas capacidades de este lector, así lo quiere el autor. Se trata de algo semejante a una superestructura enigmática que cobija la realidad planetaria entera, incluidas todas sus manifestaciones, materiales, morales, artísticas, tecnológicas, etcétera. El relato de la “membrana” requiere una óptica narrativa específica, algo que la novela aplica en su trama anecdótica pero que, por si acaso, también se declara en una ocasión: no vale el realismo, el medio pertinente ha de ser la fantaficción.
De acuerdo con este principio, Membrana adopta una forma externa original. La mayor parte del libro lleva a cabo un recorrido por la exposición permanente de un Museo del siglo XXI cuyos materiales se remontan a los orígenes de nuestro mundo y alcanzan hasta 2100. Cada breve secuencia se encabeza con el esquema gráfico de la distribución de los paneles de la exhibición, en los que aparecen tanto creaciones futuristas de la actual centuria como señaladas muestras históricas. Se trata, pues, formalmente de una guía museística. La variedad de contenidos presentados (desde la gran pintura clásica hasta piezas audiovisuales y sofisticados dispositivos de puntera tecnología) permite una mirada abarcadora, casi exhaustiva, de la naturaleza humana en su transcurso histórico, incluido el futurible.
La guía está redactada por un narrador omnisciente que aporta una innovación llamativa. El viejo narrador clásico que todo lo sabe suele encubrir a una voz indiferenciada o masculina. Carrión utiliza, en cambio, un “nosotras” enigmático (al final del libro se despeja la clave del grupo, pero no debo desvelarla aquí), con pretensión de registrar las auténticas voces que fundan la vida; las voces que aglutinan a bisabuelas, abuelas y madres, como se lee con machacona insistencia; todas de género y forma gramatical femeninos. Claro que, puestos a atribuir la interpretación global de la existencia a un punto de vista femenino, desplazando al masculino, el autor podría haberse atrevido a inventar un “nosotres” que resultaría mucho más englobador.
Bromas aparte, este procedimiento encaja con la sostenida y fogosa voluntad de Carrión de dotar a su libro de una dimensión vanguardista que afecta a la supresión de tramas anecdóticas unitarias –no existe en él argumento tal sino un puzle de sugestiones solo enlazadas por algún leve hilo– y, sobre todo, a innovaciones sintácticas e inventos fraseológicos. En unas y otros insiste y el ingenio desplegado termina cayendo en la rutina.
Plantea Membrana un fondo de verdad inquietante. En él se sintetiza la barbarie de la civilización humana. La secuencia que enumera una lista de inacabables emigraciones contiene un rotundo discurso contra la injusticia. Y el conjunto de la obra levanta un firme alegato contra la deshumanización. Pero todo ello lo lastran el intelectualismo del texto, las frases rebuscadas y la falta de contenido propiamente narrativo. La novela resulta pesada y aburrida. Puro artificio sin valor expresivo. Tanto caos debiera conmovernos y angustiarnos, pero a quien esto escribe le deja algo indiferente.