Siempre decidida a hurgar en las heridas más supurantes de la sociedad occidental, la última entrega de la gran e infatigable Lionel Shriver (Carolina del Norte, 1957) se centra en el negocio del fitness, al que equipara con cualquier otro movimiento de fanatismo religioso, prueba irrefutable de la decadencia de los tiempos, una idea ya expuesta (a su sureña manera) por otro gigante de la sátira, Harry Crews, en aquella descacharrante Cuerpos (1990).
Aquí, en El movimiento del cuerpo a través del espacio, Serenata Terpsichore (gran nombre) se nos presenta como una mujer de carácter difícil, individualista y misántropa, capaz no obstante de convivir felizmente con un marido al que creía conocer bien, al menos hasta que este es cesado de su trabajo, y, desubicado (por no decir también humillado), decide dedicar su tiempo libre (y buena parte de sus ahorros) a entrenar férreamente y superar durísimas pruebas deportivas.
Su mujer asiste así con estupor, celos (y verdadero desprecio) a la transformación de su pareja, ya sexagenaria, quien no había hecho hasta entonces el más mínimo ejercicio físico.
Articulada esta más que cotidiana premisa a través de ácidos diálogos (marca de la casa), gracias también a un magistral uso de la tensión narrativa (que nos llevará al borde de la explosión lectora), la novela funciona a la perfección como una crítica feroz a la “vanidad geriátrica” y al modo en que hemos sucumbido a los absurdos imperativos de la lucha contra el envejecimiento, sin asumir, como se afirma en ella, que “toda edad avanzada es un cuento de Poe”.
Pero el alcance de esta sátira va más allá, al plantear también cómo algunos jóvenes de hoy solo parecen encontrar sentido a sus vidas castigando sus cuerpos, como hace la fanática hija del matrimonio abrazando la religión con el mismo entusiasmo con el que pare (encantada) una criatura tras otra.
La escritora satiriza a los jóvenes que solo parecen encontrar sentido a sus vidas castigando sus cuerpos
En la novela se aborda además el complejo funcionamiento de cierta mentalidad redentora basada en la máxima capitalista (por no decir espiritualista) de “ganar dinero, luchar y volverse santo” y, en paralelo a ella, del surgimiento de toda una generación de “vigilantes de pasillo” que, en lugar de dedicarse (como antaño) a romper con las reglas establecidas, no solo crean normas nuevas sino que se dedican a cumplirlas “con látigo”, como hace la odiosa Bambi, entrenadora personal del marido.
Por su parte, Serenata, actriz de voz, experta en modular todo tipo de acentos, se verá enfrentada a nuevas posiciones que censuran moralmente que haya quien ocupe el lugar que no le corresponde. En esto, la protagonista se revela como un trasunto de la propia Shriver, cuyas críticas contra las políticas de identidad y la apropiación cultural son bien conocidas.
La incorrección política, la inteligencia y el salvaje sentido del humor afloran en la nueva novela de Shriver
Pero es aquí donde la novela quizás desbarre un poco, pierda finura, al dibujarse en ella algunas escenas que resultan algo caricaturescas, y pienso, sobre todo, en la derivada del “proceso” laboral al que es sometido el marido tras discutir con su nueva jefa, mucho más joven que él y afroamericana.
De El movimiento del cuerpo a través del espacio podría decirse, por último, que peca de la misma idea que critica: seguramente no eran necesarias cuatrocientas páginas para contar esta historia, a cuyo (magnífico) desenlace llegamos un tanto extenuados, como si hubiéramos acompañado al marido de Serenata en uno de sus sufridos maratones, máxime cuando la autora ha mostrado en más de una ocasión su enorme talento para las distancias medias o cortas.
[La voz cáustica de Lionel Shriver]
Con todo, por la causticidad, la incorrección política, la inteligencia y el salvaje sentido del humor que depara esta novela, será seguro mucho menos esforzado leerla (y disfrutarla) que hacer planchas o abdominales.