Fun Home. Una familia tragicómica
Alison Bechdel
18 septiembre, 2008 02:00Viñeta de Fun home
Hace bastantes años, cuando Mario Merlino y yo soñábamos con poner en pie un festival de cine gay en Madrid, una de las pioneras de la lucha por los derechos de las lesbianas en esta ciudad me recomendó vivamente la serie Dykes to Watch Out For que Alison Bechdel (Lock Haven, Pennsylvania, 1960) había empezado a publicar en 1983 en el diario militante Womannews. Aunque su dibujo, debo confesarlo, me pareció bastante inmaduro, me sorprendió el gran dominio literario que aquella mujer poseía para mostrar, lejos de los estereotipos al uso, el lado más cotidiano, y a veces hasta cómico, de la homosexualidad femenina. Respondiendo a los aires de libertad que se respiraban en EE.UU, pese a la presidencia de Reagan, aquella autora proponía en sus tiras -que luego conoceríamos en España, gracias a La Cúpula, como Unos bollos de cuidado- una ingeniosa "comedia de situación" en la que su opción sexual, afortunadamente, acababa por retrotraerse a un segundo plano. Era antes una interesante historietista que una historietista lesbiana. Así saludé su trabajo en un pequeño estudio que publiqué sobre el cómic gay, y, desde ese momento, me interesé por aquella serie a la espera de ver si optaba por dar ese salto hacia delante.El instante llegó en 2006 cuando, tras siete años de tranquila maduración, dio a la luz su novela gráfica -un término que odio por lo que conlleva de perpetua mala conciencia sobre este medio que no necesita de establecer paralelismos con otros lenguajes- Fun Home, que tuvo la fortuna de ir enhebrando reconocimientos por medio mundo no sólo como uno de los mejores cómics sino como uno de los mejores libros del año.
La edición en español de Mondadori, editorial que ha irrumpido con mucha fuerza y mejor criterio en la publicación de libros de sátira y novelas gráficas, ha de servir para poner en contacto al lector con una pieza capital del cómic independiente -otro término que rechazo- contemporáneo, un cómic que ha acabado encontrando en el relato autobiográfico uno de sus más fecundos géneros, aunque hay que estar ojo avizor para separar el trigo de la paja, ya que no todo lo que apela en él a ese reflejo de lo personal tiene la categoría del Maus de Spiegelman o de La ascensión del gran mal de David B., por ejemplo.
Como a menudo sucede, el libro de Bechdel es muy superior en lo literario a lo gráfico -cuestión que habría algún día que estudiar con detenimiento así como la reflexión sobre si cualquier cosa es susceptible de narrarse con determinados estilos-, pero, vencido ese inicial prejuicio, uno se siente inmediatamente atraído por esa portentosa capacidad para percibir la vida como un proceso creativo en el que todo parece encerrar un significado moral.
La historia de Alison en una casa familiar de artistas frustrados y de autistas, en la que la ficción siempre se impone a la realidad, y sobre todo el paulatino descubrimiento de la homosexualidad reprimida de un padre que actúa como espejo invertido de una chica que muy pronto empieza a sentirse sexualmente diferente a las otras niñas, atrapa al lector interesado en comprobar los efectos de la desdicha humana enjuiciada con la mayor de las benevolencias, sin descalificación alguna.
Lleno de guiños literarios, el retrato de ese padre atormentado, que en muchas cosas me recuerdo al John Cheever de sus diarios, y del que nunca sabremos si realmente se suicidó o fue víctima de un accidente, actúa como liberación catártica de algunas de esas culpas de la autora que, por universales, nos resultan familiares a cualquiera. Cheever escribió antes de morir, en 1982, que la literatura ha sido siempre la salvación de los condenados y que ha inspirado y guiado a los amantes, así como vencido la desesperación.Este prodigio de sensibilidad, que no de sentimentalismo, que es Fun Home cumple esa misma misión de enseñarnos al desnudo nuestra incapacidad para asumirnos como somos.