Fragmento de la obra Macanudo 13

Reservoir Books. Barcelona, 2019. 96 páginas. 14,90 €

Cada vez que tuve la sensación de que la historieta argentina, brillante desde sus mismos orígenes, corría el peligro de entrar en un agostamiento, bien por la desaparición física de algunas de sus grandes figuras, bien por el estancamiento profesional de otras, me encontré con la irrupción de una nueva generación que irradiaba un talento no menor que la anterior y que lo único que parecía solicitar era un poco de tiempo para confirmarlo. Y en este sentido hubo una época en que los puestos del Parque Rivadavia de Buenos Aires eran un lugar privilegiado para tomarle el pulso a esa perpetua renovación a través de los fanzines que allí vendían los jóvenes.



Así fue cómo en los años noventa me topé con los trabajos de autores nacidos en los setenta como Dario Adanti, Isol, Maria Delia Lozupone, Lucas Nine… o Liniers (Ricardo Siri, Buenos Aires, 1973), cuyo trabajo seleccioné para una muestra del año 2000 en España que daba cuenta del quehacer de varios de ellos y de unos cuantos más de la década anterior.



Gracias a sus correos, pude seguir de cerca las entregas de Bonjour para Página/12 durante tres años (1999-2002), e inmediatamente la aparición de Macanudo en La Nación. Y, desde aquellos días hasta hoy, en que ha alcanzado un justo reconocimiento no solo en su país, también en Estados Unidos, su obra no ha dejado de sorprenderme (la sorpresa creo que es la clave en torno a la que gravita todo su quehacer, y que siempre tuve la sensación de que la buscaba para sí mismo antes incluso que para el lector).



Evidentemente, sus tiras empezaron teniendo ciertas deudas con las de Schulz (Peanuts), Herriman (Krazy Kat), Quino (Mafalda), Watterson (Calvin y Hobbes), y hasta con el envés de la realidad de Gary Larson. Pero esas influencias, y algunas otras, fueron dejando paso a lo que en él había de genuino, que consistía básicamente en una manera muy personal de cortocircuitar la realidad, de la que a menudo señala su banalidad y grisura, para crear un clima de extrañamiento en el que el lector debe aceptar las reglas de lo insólito y de lo misterioso.



Las viñetas de Liniers son como la música de Satie, no importa tanto la originalidad de su discurso como el modo en que lo interpreta

Ahora bien, se me antoja que una de las causas de su éxito internacional está en que, a diferencia de sus referentes de partida, la poética de Liniers, autorrepresentado en esas viñetas como un conejo con gafas, opera sobre muy diversos territorios, tantos como los personajes fijos y esporádicos que pueblan sus entregas. Enriqueta y su gato Fellini, El misterioso hombre de negro, sus sempiternos pingüinos, Lorenzo y Teresita, Pan Chueco, Enriqueta y el osito Madariaga… son todos ellos registros diversos de una misma personalidad múltiple que apelan a esa misma pluralidad de sensibilidades que, como lectores, bulle o dormita en cada uno de nosotros.



No importa tanto la originalidad de su discurso como el modo en que él lo interpreta (a menudo pienso que como si se tratara de piezas musicales de Erik Satie). Y por eso mismo fue por lo que su obra Buenas noches, Planeta (Impedimenta) consiguió el prestigioso premio Eisner en 2018 en el apartado de libros para primeros lectores. Porque la anécdota que le vino sugerida por la relación de su hija pequeña con un peluche, Planeta, el cual vivirá una curiosa peripecia con un perro y un ratón mientras su dueña duerme, tiene ecos de otros relatos que conocemos, pero que solo Liniers podía contarnos con esa mezcla de sofisticación e ingenuidad que le es propia. Tal y como sucede en los libros de la checa Kveta Pacovska, todo un clásico, que no por casualidad es una de las autoras que figuran en el catálogo de La Editorial Común, sello que nuestro autor creó en 2011, entre otras razones para un mejor control de su obra.



Lo único que lamento, e imagino que él también, es que se le presente como el heredero del trono de Quino, pese a la admiración que a menudo Liniers ha manifestado hacia las aventuras de Mafalda, porque esta suerte de innecesario y nada justificado comentario lo único que hace es distraer sobre las señas de identidad de su obra.