Tras su popular adaptación televisiva y la teatral que acaba de estrenarse en Galicia, el universo Fariña llega ahora al cómic. El ensayo periodístico de Nacho Carretero (La Coruña, 1981) sobre la historia del narcotráfico gallego ha sido traducido a viñetas por Luis Bustos (Madrid, 1973) y publicado por Plan B, sello de Ediciones B. El éxito del original y de la serie ha hecho que la editorial se atreva a lanzar el cómic con una primera edición de 10.000 ejemplares, una tirada mucho mayor de lo habitual en este medio. De hecho, el original editado por Libros del K.O. vio la luz con una tirada inicial de solo 2.000 ejemplares, aunque hoy ya ha superado los 160.000 vendidos y se ha traducido a siete lenguas, más otras cinco en proceso de traducción.
Mientras que la serie producida por Bambú y Atresmedia eligió un enfoque narrativo centrado en los personajes, especialmente en el narcotraficante Sito Miñanco, Bustos se ha mantenido fiel a la crónica periodística global que es el libro de Carretero. Ambos han presentado en el Café Comercial de Madrid este “ensayo gráfico” que el autor del original ha calificado como “fascinante e impecable”. “Es un ejemplo más de que las grandes historias del periodismo, los capítulos oscuros y la materia prima más brutal que tenemos en España demandan a día de hoy múltiples formatos”, opina el periodista. “Ya no vale quedarse en un artículo y no pensar que después podemos ir a un formato sonoro, sea audiolibro o podcast, a una novela gráfica, una serie de televisión o incluso una obra de teatro. El periodismo ya se ha dado la mano con un montón de formatos, cada vez es más flexible y esto es una nueva prueba de ello, un nuevo canal de información no solo estéticamente maravilloso sino muy efectivo”.
Bustos comparte la opinión de que el cómic puede ser un medio muy eficaz, entretenido a la vez que riguroso, para trasladar contenidos periodísticos. Precisamente esta adaptación ha salido a la venta días antes de que otra investigación periodística llevada al terreno del noveno arte, El día 3, ganase el Premio Nacional del Cómic, concedido este martes.
El proyecto llegó a las manos de Bustos en el mejor momento desde el punto de vista creativo, ya que sus dos obras anteriores tenían por separado los ingredientes necesarios para afrontar la adaptación de Fariña. De García (junto al guionista Santiago García, editada por Astiberri en dos volúmenes) tomó la atmósfera noir. Su siguiente trabajo, Pop, es un ensayo gráfico de corte periodístico sobre la música pop, donde ya había experimentado con distintas formas de presentar la información de manera atractiva en secuencias de viñetas.
Con esos mimbres el dibujante fue dando forma a las primeras páginas de Fariña, que contaron con el visto bueno de Carretero desde el primer momento. “Mi participación ha sido casi como lector”, explica el autor del original, ya que no se considera lo suficientemente familiarizado con el mundo del cómic como para opinar en cuestiones técnicas y narrativas propias del medio. “Durante años alimenté mi lectura a través de los cómics pero me alejé bastante en los últimos años. Mis acercamientos a la novela gráfica tienen que ver sobre todo con el periodismo”. Entre estas cita Maus, de Art Spiegelman, Pyongyang, de Guy Delisle, o las obras de Joe Sacco.
En febrero de 2018, Fariña ya había vendido 40.000 ejemplares en diez ediciones y se estaba traduciendo a cinco idiomas. Pero el interés de los lectores creció exponencialmente a raíz del sonado secuestro judicial del libro, un caso insólito en la historia reciente de España, a raíz de una denuncia interpuesta por José Alfredo Bea Gondar, exalcalde de O Grove (Pontevedra) por supuesta vulneración del honor. Carretero recuerda el episodio en el epílogo del cómic: “Aquel hombre apenas aparecía en un párrafo del libro; párrafo que, además y sobre todo, contenía una información cierta, tal y como acabaría reconociendo el tribunal”. Además, por las mismas fechas, Atresmedia estrenó la serie televisiva basada en el libro, con lo que el fenómeno Fariña alcanzó una dimensión aun mayor.
“Todo sumó. Como periodista fue un capítulo muy desagradable y frustrante”, asegura Carretero, pero también reconoce que la prohibición provocó un efecto Streisand que multiplicó exponencialmente el interés del público. “Estamos en el siglo XXI y en una sociedad que no tolera que se coarte la libertad de expresión, y la respuesta a eso benefició a las ventas del libro. Pero ojalá no hubiera tenido que pasar por eso”, afirma el autor, que ya está trabajando en otros proyectos que conjugan periodismo con el audiovisual y otros formatos, aunque aún en estado demasiado embrionario como para hablar de ellos. “Es un buen momento para este tipo de propuestas. Las productoras audiovisuales están sedientas de contenidos”, afirma.
En el epílogo del cómic de Fariña, Carretero cuenta también una anécdota con un capo menor del narco gallego que estaba molesto por no aparecer en el libro. Sabe también que muchos de los narcos que aparecen con nombres y apellidos están “mosqueados” con él, aunque dice que nunca ha recibido amenazas ni ha temido por su integridad. Tampoco temió convertirse en la versión española de Roberto Saviano, que ha tenido que ocultar su identidad durante años para evitar las represalias de la mafia por airear sus trapos sucios en sus libros: “Yo escribo sobre el narco gallego, que encierra violencia y gente peligrosa, pero no tanto como la mafia italiana. Nunca me he sentido en peligro. Al contrario, voy a Galicia constantemente y veraneo en O Grove y todo lo que recibo es cariño y reconocimiento por el libro, me ha acercado mucho más a la gente. En general para la sociedad gallega ha sido positivo hablar con más naturalidad sobre el fenómeno del narcotráfico”.