¿Qué nos puede importar hoy, con la gravedad de la situación que estamos viviendo, una guerra semilegendaria librada hace tres mil años en una playa ante las puertas de una remota ciudad de la actual Turquía? ¿Puede decirnos algo sobre nosotros a título individual o colectivo la historia que contó Homero en la Ilíada y que ha sido uno de los pilares de la literatura occidental?
Para el guionista Santiago García y el dibujante Javier Olivares la respuesta es un sí rotundo. Laureados con el Premio Nacional del Cómic en 2015 por su anterior trabajo conjunto, Las meninas, los autores hicieron muchos kilómetros de carretera durante dos años para dar charlas y conferencias sobre aquella fantasía histórica que construyeron alrededor de Velázquez y su obra maestra. En los ratos muertos, García empezó a buscar temas para un nuevo cómic. Su intención era optar por una historia sencilla, que rebajara el listón de las expectativas tras el gran reconocimiento obtenido con Las meninas, porque, como dice su compañero Olivares, “el éxito de un proyecto te abre un horizonte pero también es una reja”. Pero al guionista le sobrevino una idea: la Ilíada como relato fundacional de Europa. Y en plena crisis migratoria derivada de la guerra de Siria, con miles de refugiados llamando a las puertas del viejo continente, vislumbró la conexión del presente europeo con el relato homérico.
En realidad todo partió de una sencilla imagen mental: la de una viñeta partida en dos por la línea del horizonte. Y eso es lo que podemos ver, varios años después, en la primera página de La cólera, una novela gráfica editada por Astiberri muy libremente inspirada en la Ilíada. Publicada el 12 de marzo, justo antes del confinamiento forzoso provocado por la pandemia, hemos esperado a que las librerías reabrieran para hablarles de esta obra que ha causado una gran expectación y que ya se ha convertido en uno de los hitos del noveno arte en este 2020.
Aunque hasta el momento solo ha podido leerlo un público reducido —ni siquiera estaba disponible en la web de la editorial, que decidió suspender la venta online por motivos sanitarios y en solidaridad con los libreros—, la respuesta de la crítica y de los lectores está siendo unánimemente entusiasta. “Lo estamos viviendo con una sensación agridulce. El libro está teniendo mucho eco y reacciones muy positivas, pero nos da un poco de pena porque el libro realmente no ha estado disponible en todo este tiempo y no sabes cómo va a reaccionar el público con la reapertura de las librerías, que además está produciéndose en unas condiciones muy limitadas, pero a la gente que lo ha leído le ha gustado y eso nos anima”, afirma Santiago García desde su encierro voluntario en su casa de Nueva York, donde las autoridades no lo han impuesto de manera obligatoria. “He optado por un confinamiento estricto haciendo caso a las medidas españolas. Estoy muy poco convencido de que Estados Unidos y esta ciudad estén superando la crisis. Hay mucha ansiedad por recuperar la actividad económica y la pandemia se ha convertido en un motivo de división política, con lo cual no se están tomando las medidas oportunas”, opina.
Del pasado mítico a la distopía futurista
La cólera comienza, como la obra de Homero, con la furia de Aquiles. Es el décimo año de la guerra de los aqueos contra los troyanos, sin que los primeros hayan conseguido tomar la ciudad de Troya. Además en el campamento aqueo se desata la peste, que según el adivino Calcas no cesará hasta que el rey de los aqueos, Agamenón, devuelva a la esclava Criseida a su padre, Crises. El monarca obedece, pero decide, por despecho y para demostrar su poder, raptar a Briseida, la esclava de Aquiles, su mejor guerrero. A pesar de combatir en el mismo bando, en realidad ambos se odian.
“A mí nadie me quita lo que me pertenece. Y menos un mierda como Agamenón”. Así habla el nada canónico Aquiles de La cólera, que ante la ofensa se retira de la batalla con todos sus hombres, dejando al ejército aqueo sin ninguna oportunidad de vencer. Después, durante un sueño del héroe, se introduce una segunda trama, un interludio ubicado en la futura Europa —no el continente sino el satélite de Júpiter—, donde los refugiados de guerra de la vecina Ío son tratados con brutalidad.
“No soy un experto en Homero, pero me encajaban muchas cosas”, explica García. Atendiendo a su consideración de la Ilíada como texto fundacional de Europa, se puede decir que “la cólera es la primera palabra de nuestra civilización”, porque así comienza la obra —“Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes…”—. “La cólera es un depósito en el fondo de la civilización europea. La violencia, la ira y la pasión están en el origen de nuestra cultura. Cuando lees la Ilíada parece muy moderna, pero es que llevamos desde entonces teniendo las mismas conversaciones”, opina García.
Por otra parte, la guerra de Troya sucedió entre un pueblo de lo que hoy es Europa contra otro de Asia Menor, y en ello el guionista ve un paralelismo con la actual “falta de entendimiento entre Occidente y Oriente”. Todo eso te lleva a pensar: ¿qué es Europa? ¿Cómo se organiza un pueblo? Antes del coronavirus el gran asunto europeo eran los refugiados, pero la pandemia ha borrado todas estas cuestiones por ahora”, añade.
La interpretación que García hace de la Ilíada es, además de libre, plenamente contemporánea. Pone énfasis en la condición antibélica del relato: “Los temas de la civilización griega clásica han sido discutidos y reformulados en cada época a la luz del clima cultural del momento. En el siglo XIX, por ejemplo, la Ilíada era un texto básico en la educación británica sobre la virilidad, sobre la guerra y sobre cómo hay que estar en el campo de batalla. En cambio hoy se dice que es un texto pacifista”, señala García. En su historia, esta condición antibélica se manifiesta en boca de Aquiles. Tetis, su madre, le muestra el porvenir y le dice que los humanos del futuro son hijos de su ira: “De tu cólera nacerá Europa, pero para que nazca Europa, tú tienes que morir en Troya”. Él le replica: “Has mentido cuando me has hablado de la guerra como si fuera algo hermoso y noble. Algo memorable, admirable. Como si la guerra no fuera un horror”.
También incide La cólera de Olivares y García en la condición andrógina y bisexual de Aquiles, un asunto que cada época también ha interpretado según sus códigos morales. En este cómic, el profundo amor entre Aquiles y su compañero de armas Patroclo es carnal, y Aquiles recuerda los días felices en los que fue criado como una niña, ardid de su madre Tetis para mantenerlo alejado de la guerra —un periodo de la vida de Aquiles en el que se centra el argumento de la ópera Aquiles en Esciros, que iba a estrenarse precisamente en marzo en el Teatro Real y que tuvo que ser suspendida—. Cuando la trama da un salto en el tiempo, Aquiles se convierte en Pirra —el nombre que tenía durante su estancia en Esciros— y adopta la forma de una joven que acaba liderando a un ejército famélico de desposeídos que reclaman justicia, del mismo modo en que su alter ego masculino del pasado guió a los aqueos en la guerra de Troya.
Los retos del dibujo
Para Olivares fue un reto diseñar un personaje físicamente poderoso y a la vez andrógino que pudiera convertirse en mujer y seguir manteniendo casi la misma apariencia. “En los primeros bocetos era el típico guerrero, pero pronto me alejé de eso. Necesitaba un personaje que con muy pocas modificaciones pudiera cambiar de sexo”, explica el dibujante. “Igual que hice con Velázquez, diseñé un logotipo, entre comillas. Se trataba de encontrar unos rasgos mínimos que lo definen. Casi todos los grandes personajes de la historieta los tienen. Me inspiré mirando muchas fotos de bailarines, especialmente en unas de Nureyev de joven, en las que se le ve muy masculino y a la vez femenino, dependiendo de cómo incida la luz sobre su cuerpo”.
El resultado es un personaje de grandes ojos rasgados, barbilla afilada y cabellera flamígera, que recuerda al estilo manga, mientras que su cuerpo —en la versión masculina— está repleto de líneas y sombras geométricas que marcan su musculatura. “He tenido que volver a aprender a dibujar cuerpos desnudos”, reconoce el dibujante, que adapta su estilo según los requerimientos de cada proyecto. “Los libros me dicen por dónde quieren que vaya. Cada uno de ellos me lleva a un sitio distinto. Después de Las meninas, con unas claves gráficas de composición que remitían al Siglo de Oro, con mucha mancha, mucho negro y unos personajes vestidos con capa que eran muy arquitectónicos, este proyecto me llevaba al sitio contrario: a la estilización absoluta del cuerpo humano, a la elegancia de los jarrones giregos y todo lo que nos evoca ese mundo”.
Por lo demás, la propuesta gráfica de Olivares es deslumbrante. Su reconocible estilo ha variado para mostrar figuras aún más angulosas, siluetas negras sobre fondo rosáceo y texturas porosas inspiradas en las vasijas de la Antigua Grecia; escenas de batalla abigarradas en las que poderosas líneas rectas concentran la mirada sobre un punto concreto de la página, composiciones dinámicas y a la vez equilibradas que ocupan un buen puñado de dobles páginas sin texto que merecerían ser enmarcadas como obras de arte autónomas.
En la segunda parte del libro, la trama futurista da paso a un estilo gráfico opuesto: línea clara, sencillez formal, colores pastel y ausencia de negro (salvo para los garabatos que representan a los desposeídos). “Esa historia central es tan diferente que exigía lo contrario. Yo vengo de una escuela más proclive a la confusión plástica, pero aquí la propuesta gráfica tenía que ser prístina a nivel narrativo”.
El respeto de las élites culturales
Olivares y García han transitado en sus carreras el camino que ha llevado al cómic hasta lo más alto de la respetabilidad cultural. Algo que pudieron comprobar especialmente con Las meninas. "Yo lo he vivido con alegría, es algo que los autores llevábamos reclamando desde los años 80 y sobre todo en los 90. Me agobiaba tener que defender constantemente el medio en vez de mis libros", señala el dibujante. "No olvidemos que vivimos en una sociedad y que esta es la que decide aceptar algo o no por mucho que tú lo reivindiques".
"Cuando yo era pequeño en un libro de texto que tenía aparecían los cómics bajo el epígrafe 'Subcultura'. Era una mera forma de entretenimiento. Y hoy aún hay gente que lo considera como tal, porque manejan esquemas artísticos decimonónicos. Pero afortunadamente en general se ha producido un cambio radical en todos los órdenes", opina García.
La razón de ese cambio de perspectiva por parte del establishment cultural fue precisamente que el medio se hizo adulto y se transformó para llegar a sectores más amplios con el nacimiento de la novela gráfica. Lo ilustra Olivares con un símil muy apropiado para la obra que acaban de publicar: "Fue un caballo de Troya. Conseguimos que los lectores salieran de la muralla, vieran esa cosa que parecía un libro y lo metieran dentro de la ciudad".