Gracias a The Black Holes y Grito nocturno, sus dos primeros cómics publicados en una gran editorial (Reservoir Books) y traducidos a seis idiomas, Borja González se ha convertido en uno de los autores españoles más exitosos de los últimos años. Un ascenso refrendado hace apenas dos semanas con el Premio Nacional del Cómic 2023.
Pero bajo esa capa de reconocimiento se esconde una cruda realidad: "A mí me va muy bien, publico en un montón de países y apenas soy mileurista", reconoce González. Es una confesión que vuelve a poner encima de la mesa algo de sobra conocido: la precariedad del sector. "La industria literaria en general, no solo la del cómic, lleva muchos años pagando en intangibles, en oropel, en hoteles, en un cierto glamour que a resulta un poco extraño cuando apenas llegas a fin de mes".
Sin duda los 30.000 euros (brutos) del galardón que concede el Ministerio de Cultura y Deporte son un balón de oxígeno para este autor que en cuanto termina un cómic, tarea que compagina con encargos como ilustrador, se ve obligado a firmar el siguiente lo antes posible para evitar quedarse sin ingresos. Insistimos: estamos hablando de un autor al que le van muy bien las cosas y que tiene "la suerte" de que hacer cómics sea su actividad principal.
"Por debajo de eso no es precariedad, es cero", sentencia el dibujante y guionista, en referencia a la inmensa mayoría de autores de cómic cuyo trabajo principal es otro y solo pueden dedicarse a la historieta en sus ratos libres o de manera ocasional.
Su testimonio es similar al de otra Premio Nacional del Cómic, Ana Penyas, que explicó a El Cultural que el dinero del galardón (entonces eran 20.000 euros), que le concedieron por su ópera prima, Estamos todas bien, le permitió hacer su segunda obra, Todo bajo el sol. Y, de nuevo, nos referimos a una autora que ya había cosechado un notable éxito gracias al escaparate que supuso para ella el Premio Fnac-Salamandra Graphic. "Vivir solo de hacer cómics es casi imposible si no vendes mucho", opinó la autora.
Un universo que se oscurece
En cualquier caso, la concesión del Premio Nacional del Cómic es la mejor campaña de promoción de la nueva obra de Borja González, El pájaro y la serpiente, que ya estaba lista para su lanzamiento cuando llegó la noticia del galardón, y por eso ni siquiera aparece mencionado en la faja.
Ambientada en un enorme y misteroso castillo decimonónico habitado por mujeres que esperan el regreso de los hombres de una larga expedición de caza, El pájaro y la serpiente cuenta la historia de la adolescente Matilde, pieza clave para la continuación de una dinastía marcada por los ritos y la superstición, y de su hermana Teresa, que le ha prometido que escaparán juntas de un destino escrito con sangre.
El nuevo trabajo de González cierra la trilogía de la que forman parte también The Black Holes y Grito nocturno, aunque en realidad la conexión entre las tres es algo etérea, como la atmósfera misteriosa que las envuelve a todas. De hecho, reconoce que probablemente seguirá escribiendo y dibujando siempre historias ambientadas en ese universo fantasmagórico poblado por personajes femeninos sin rostro en el que lo gótico suele mezclarse con lo pop —aunque no en esta tercera entrega—.
"Podría dedicarme a hacer esto toda la vida", recuerda que pensó cuando acabó The Black Holes. No obstante, al terminar El pájaro y la serpiente, el autor sintió que necesitaba "un punto y aparte para tomar oxígeno y buscar nuevas ideas".
En El pájaro y la serpiente volvemos a tener como protagonista a Teresa, una joven que ha ido mutando entre las tres historias. "Mis personajes en realidad son estados de ánimo", reconoce el autor, y Teresa, concretamente, es una especie de alter ego, un destilado de algunos rasgos de carácter del propio autor. Aunque en este nuevo trabajo, que es "más visceral y violento", Teresa se ha vuelto "más retorcida".
Por otra parte, el autor reconoce que prefiere los personajes femeninos porque se siente más libre a la hora de plasmar en ellos una parte de sí mismo. "Me siento más cómodo, es liberador. Siento que sentiría cierto pudor para desarrollar ciertas ideas si usara personajes masculinos. Cuando pongo en boca de Teresa, Matilde o Laura determinadas cosas, no siento el impulso de contenerme. Si Teresa fuera un chico, el lector inequívocamente la identificaría conmigo", explica.
En cuanto a su estilo de línea clara y estilizada, casi arquitectónico, explica González: "A pesar de que odio el dibujo técnico, soy muy maniático y me paso el día midiendo, me preocupa mucho la composición y el ritmo de la página y que haya cierta simetría. Me interesa más dónde está colocado el bocadillo que su contenido. Soy capaz de cambiar el diálogo o lo que está ocurriendo si no me convence la composición de la doble página", reconoce.
Después de este viraje hacia lo oscuro, al autor le apetece crear en su próximo cómic "una historia más luminosa, de aventuras, que muestre la parte más esperanzadora de la adolescencia". Por eso su protagonista, aunque se parezca a Teresa, esta vez no llevará su nombre.
Periferia cultural
Borja González nació y vive en Badajoz. "Seguir allí es uno de los motivos por los que puedo seguir haciendo cómic". Tanto a él como a su pareja, la también autora de cómic Mayte Alvarado (La Isla, 2021), vivir en la ciudad extremeña les ha servido para crear su propio camino: "No había nadie mirando, pero llegamos a montar una editorial y a autoeditarnos nuestros libros. Todo para llegar a un lugar paradisíaco, maravilloso y luminoso —ironiza— que es ser autónomo y facturar a quien más te pague".
Al mismo tiempo, González ve desde Badajoz el centralismo cultural "con frustración": "Hay cierto abandono cultural. El ambiente cultural de Madrid para abajo a veces es terrorífico, apenas se hacen salones ni mesas redondas. Eso repercute en los lectores. Luego nos quejamos de que no se venden libros".