Vivimos en una realidad dominada por modelos mentales que dictan lo que está bien y lo que está mal. En un mundo ausente de reflexión, estas formas de pensar predefinidas permiten gestionar una realidad amplificada plagada de disonancias y manipulación que a la larga generan los conflictos cotidianos. Ningún modelo se presupone mejor que otro porque siempre hay un contexto a considerar.
David Sánchez es ajeno a esta problemática. En el cómic Fuego de Bengala ha creado un universo (contexto) con sus propias reglas (modelo mental) que atrae por su inmediatez, su vehemencia y el hecho de escapar a cualquier clasificación. Una vez más encontramos su sello, el cordón umbilical de su propuesta como creador: violencia primitiva luminosa. Y si hubiera que buscarle un género sin duda sería la ciencia ficción sazonada de novela de aventuras y thriller de supervivencia.
Como en un laberinto donde encontrar una salida que nunca llega o como en un juego de ordenador en el que siempre tienes una vida más con la que seguir explorando, la trama aparentemente lineal entrelaza pasado, presente y futuro a través de actos de apariencia aleatoria ocurridos en parajes agrestes y atemporales. Esta circunstancia narrativa ubica los rifirrafes entre los protagonistas, siempre seres peculiares cargados de una racionalidad desconocida y emociones inabordables por la mente domesticada.
A este hecho infrecuente le acompaña una propuesta gráfica capaz de atenuar la posible zozobra causada por las explícitas escabechinas, hecho que David Sánchez resuelve un esquema de línea clara, de trazos y colores muy bien delineados, impregnados de intención apaciguadora. Ante la evidente calma inducida por lo visual el espíritu del lector responde con ansiedad: en el fondo no sabemos qué esta pasando. Hombres escorpión, túneles interespaciales, seres con casco, líneas temporales confusas, patos antropomórficos (si, han leído bien, patos).
Con menos de 100 páginas, Fuego de Bengala es un cómic que se puede leer muy rápido: diálogos breves, viñetas radiantes y primeros planos enigmáticos consiguen que la vista zigzaguee por las páginas. Para percibir algo de lo que aquí se cuenta resulta imprescindible recrearse en cada recuadro, zambullirse en cada personaje, observar cada utensilio, incluso echar la vista atrás para rebuscar en páginas previas las respuestas que aún no tiene y probablemente no encuentre. Mientras tanto disfruten de la fuerza enigmática de sus páginas. Algunas son para hacerse un póster.