Cuando sale la reclusa
Fred Vargas
20 abril, 2018 02:00Fred Vargas. Foto: Astrid di Crollalanza
Intelectualizar la novela negra es una noble empresa. Un reto donde se puede caer en el tedio o en la prepotencia. Decimos que intelectualizar el ‘noir' es un desafío porque consignar las pulsiones más oscuras del ‘sapiens' y conseguir el perfeccionamiento de la investigación criminal clásica -en lo real y en lo inventado- permiten a esta literatura un marco creativo en el que nada humano es ajeno. Y esto ocurre con más naturalidad que en otros registros; quizá a causa de la inconfesable e innegable comprensión que todos -autor y lector- tenemos del mal. Del mal, de la moral y de todos sus vericuetos.Evidentemente, en el género policiaco las ventas o las adaptaciones al audiovisual no garantizan un magistral proyecto literario como el que firma Fred Vargas (París,1957), que como vemos sigue vigente y en plena renovación. En la autora francesa no hay concesión a lo simple o al molde fácil del éxito. Su producción viene definida por la exquisitez y por la vocación de esa exquisitez que renueva en cada libro. En la última entrega de Vargas sobre el intuitivo e inclasificable comisario Adamsberg, Cuando sale la reclusa, se asiste a la novela policiaca total. Están todos los requerimientos del género, que tienen una mecánica narrativa algo compleja, pero mecánica al fin y al cabo. Sin embargo, lo que refulge es lo anecdótico que trasciende el informe policial. Y la ironía en los diálogos, y una lograda equidistancia de Vargas con víctimas y verdugos: alternativamente y sin apriorismos morales; incluso con ternura.
Es Adamsberg quien, como es habitual, desencadena los acontecimientos al investigar por una fuerte corazonada una serie de muertes causadas por la picadura de una variedad de araña, "la reclusa", de común no mortal. A partir de aquí Vargas despliega su talento para imbricar el liviano veneno de la araña con unos sucesos pretéritos que tienen su venganza en el presente. Gracias a los métodos insólitos de Adamsberg, el relato va y viene de París al Sur rural francés. Hay no pocas referencias a la zoología, la psicología, a las reclusas/santonas del Medievo o a la lingüística, que serán definitivas en la narración. Incluso hay guiños a esa otra Francia, la provinciana, que Vargas referencia a través de la gastronomía, de las costumbres del agro o de expresiones vernáculas que quizá se pierdan -lógicamente- en una traducción más que correcta.
El tiempo de lo narrado es prácticamente el actual, aunque los estilemas de la autora se revelan como permanentes; la razón va en el perfil psicológico, en la dosificación del humor y en una sangre que meramente se intuye. Unamos a esto la querencia de Fred Vargas por imbricar el pasado, la arqueología y otras disciplinas, con la naturalidad de una escritora con ángel para que lo complejo (del pasado y del presente) parezca diáfano. El pasado -insistimos- va y viene, el lector lo sabe y se agradece que la autora no nos confunda con excesivos raccontos. En Cuando sale la reclusa la página se sostiene por sí misma, se empatiza con el "dramatis personae" a un lado y al otro de la Ley.
La novelista francesa nos entrega a un protagonista, Adamsberg, que acaba por ver ‘la verdad' "entre nieblas" en una batalla por esa ‘verdad' que a punto está de causar un cisma en su Brigada del distrito 13 de París. En perenne lucha con el redicho comandante Danglard, y mientras lo investigado llega a su resolución o su fin caótico, la autora ofrece un verdadero crisol de la condición humana, de cómo la venganza puede ser catártica y puede condicionar toda una vida. Los diálogos en el micromundo de la Brigada de Adamsberg vienen salpimentados de humor, inteligencia, sarcasmo, amor y hasta mayéutica. La intriga y su resolución son previsibles, pero esto es secundario cuando en la concepción novelística de Fred Vargas hay otros elementos con los que configurar su particularísima voz.
La muerte, la justicia real y la justicia poética son condimentos no definitivos para una obra que se vuelve maestra por momentos; tanto que clasificar el libro bajo el epíteto de "negro" resultaría algo ocioso. Vargas oferta, en fin, literatura, vida, retranca gala y personajes entrañables sobre un logrado fondo claroscuro.
@JesusNJurado